La naturaleza, víctima del conflicto armado colombiano
La raigambre histórica del conflicto armado en Colombia se desarrolla en un contexto de problemas agrarios, limitaciones en la participación civil en la política, fragmentación institucional e ineficacia del control estatal sobre su territorio. En este contexto, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) se ha encargado de recuperar y analizar la historia del conflicto armado colombiano, con el propósito de contribuir al conocimiento y el esclarecimiento de las causas de este fenómeno.
Una burla lo llevó a la guerra; y luego, a la presidencia de Colombia: la guerra de los supremos
En consecuencia, surgen investigaciones que analizan y reflexionan la memoria de las víctimas, tal como el proyecto Narrativas de la guerra a través del paisaje (CNMH, 2018). Este es interesante, porque estudia la relación existente entre la memoria, los paisajes y el conflicto armado colombiano. Para lograrlo, usa la historia oral y las simbologías que las víctimas dieron a los escenarios de violencia.
Por ello, en el proyecto encontramos las categorías geográficas de espacio, lugar y paisaje, las cuales se usan como herramientas analíticas y metodológicas durante la investigación. Además, se realizó en medio de una lucha y un esfuerzo constante por construir la memoria del conflicto armado, esta vez, teniendo en cuenta a los paisajes como escenarios de guerra, testigos y víctimas de grupos armados legales e ilegales (CNMH, 2018).
Es pertinente aclarar que en la investigación cada una de estas categorías geográficas es definida de forma específica. No obstante, me gustaría complementarlas. Para el caso de la categoría espacio, el texto lo entiende a partir de las relaciones entre naturaleza y sociedad. Por ello, es necesario integrar la afirmación de Santos (1996), quien precisa que el espacio puede ser entendido a través de los fijos y los flujos:
Los elementos fijos, fijados en cada lugar, permiten acciones que modifican el propio lugar, flujos nuevos o renovados que recrean las condiciones ambientales y las condiciones sociales, y redefinen cada lugar. Los flujos son un resultado directo o indirecto de las acciones y atraviesan o se instalan en los fijos, modificando su significación y su valor, al mismo tiempo que ellos también se modifican. (p. 53)
La siguiente categoría geográfica es: lugar. Este, al ser un elemento dinámico,Cresswell (2004) y Nogué (2014) afirman que, no es una simple localización en un mapa; el lugar está cargado de sentidos y significados que los humanos creamos en el espacio. A través de experiencias nos arraigamos a ellos, nos vinculamos a su historia, nos complementamos mutuamente.
Justamente, el lugar adquiere una nueva dimensión dentro del conflicto armado por la existencia de huellas visibles en los elementos del espacio físico, como los árboles, los cuerpos de agua, los caminos y las ruinas. En este sentido, integrar lugar y memoria supone resurgir nociones del pasado que, como señala Massey (2004), se interpelan en un plano multidimensional que abarca lo psicológico, sociocultural, emocional, económico, imaginario, político y físico.
La tercera categoría geográfica es el paisaje. Según la investigación del CNMH, este es un concepto que integra la sociedad, la naturaleza y la persona contemplativa, junto al análisis espacial y temporal de un determinado lugar, tal como señalan Ramírez y López (2015): “el paisaje se conceptualiza, se adecúa a las necesidades de la humanidad, se escribe, se pinta, se observa y se lee” (pp. 67).
De manera que, los paisajes azotados por la violencia necesitan ser observados, leídos y escuchados a través de un diálogo entre sociedad, naturaleza y persona contemplativa en búsqueda de la reconstrucción de la historia y la memoria de estos lugares. Por el hecho de que, como se ha hecho énfasis, quienes han habitado o han dejado de habitar los paisajes del conflicto armado los han dotado de sentidos y significados que permiten entender las transformaciones socioculturales que este fenómeno ha producido sobre estos.
Por otra parte, también es preciso nombrar que las categorías de recorrer y andar son las principales herramientas metodológicas para abordar los paisajes de la violencia y poder tener un acercamiento con las comunidades y la memoria. Estos suponen unas prácticas cotidianas que pueden ser inconscientes o conscientes; que permiten establecer o fortalecer vínculos sensoriales con la naturaleza, los lugares, las personas y los animales a través del diálogo entre lo simbólico, lo imaginativo, lo real y lo metafórico. Al Andar y recorrer nos situamos en plano experimental subjetivo en el que podemos: “cuestionar tanto las vivencias propias y las compartidas, como los modelos de comportamiento social y cultural que han configurado la relación con la naturaleza” (Arbeláez, 2018, pp. 176).
Narrativas de la guerra a través del paisaje persiste en la idea de que la naturaleza tiene algo que contarnos sobre el conflicto armado colombiano. Los árboles, los cuerpos de agua, las ruinas, los caminos y los puentes han sido víctimas de esta guerra. Reflexionar sobre los significados otorgados a estos elementos del paisaje por parte de los habitantes de las diversas regiones colombianas fue una de las labores más importantes en esta investigación. Estos elementos otrora eran lugares de encuentros sociales, de juegos, de intercambios, de desarrollo de la economía de los habitantes. Empero, el conflicto armado se encargó de alterarlos, de transformarlos en espacios que evocan recuerdos de un pasado infame, ahora asociados como espacios de muerte.
Un ejemplo de lo anterior son las narrativas de la población sanonofrina con El Caucho. Este árbol, se encuentra en el litoral de los Montes de María en el área rural de San Onofre. Allí, en el año de 1997, el Bloque Héroes de los Montes de María de las AUC tomaron el control del predio El Palmar para instalar su base paramilitar, convirtiendo este lugar en una zona de castigo y muerte:
De acuerdo con los testimonios recopilados, el solo hecho de nombrar “el caucho” generaba temor entre la población sanonofrina ya que quienes eran llevados bajo sus ramas difícilmente volvían a ser vistos con vida. Allí fue colgado, torturado y asesinado un número indeterminado de personas y esta indeterminación es, en buena medida, la que ha impedido a la población romper con el miedo y la zozobra que sigue generando el árbol.
(CNMH, 2018, pp. 54)
De igual modo, los cuerpos de agua también han sufrido la ignominia del conflicto armado. Los ríos, en medio de su majestuosidad, son evocadores y generadores de vida. Empero, los grupos armados legales e ilegales los han utilizado para el flujo de armas, el tráfico de madera, el flujo del narcotráfico y, lo peor, para la desaparición forzada de personas. Un caso puntual de ello es lo sucedió en el río Bojayá. En sus litorales, había presencia del otrora grupo guerrillero FARC, como también hizo presencia el Bloque Elmer Cárdenas de las autodefensas y en la actualidad el Frente Occidental de Guerra del ELN, además de Ejército y la Policía. Según el CNMH:
El Bojayá, por su parte, narra la historia de un río enfermo, carente de peces, contaminado tanto por los químicos provenientes de los laboratorios de coca que se extienden por su cauce, como por la torpe respuesta de quienes luchan contra al narcotráfico mediante la fumigación indiscriminada de cultivos, comunidades y ríos. (2018, pp. 74)
Dicho esto, nos encontramos en unos espacios dialécticos, donde pasado y futuro, miedos y esperanzas, olvidos y resistencias se interconectan para contribuir a los procesos de memoria con los que se pretende: “reconocer al territorio como un sujeto colectivo que requiere atención y reparación” (CNMH, 2018, pp.122). Nos encontramos que, a lo largo y ancho del territorio colombiano, los significados y sentidos hacia los lugares, paisajes y espacios son diversos y, han sido alterados y transformados. De ahí la importancia de reconocer, observar, escuchar y analizar lo que nos tienen por contar quienes han sido víctimas y testigos de los actores del conflicto armado.
En conclusión, resistir al silencio y al olvido de la ignominia social y ambiental, resistir a las pérdidas humanas y simbólicas de los espacios en regiones marcadas por la violencia y el terror, reflexionar y generar escenarios para la resignificación de los lugares, espacios y paisajes que otrora habían sido habitados bajo escenarios marcados por la tensión y el diálogo por espíritus que buscaban la construcción de comunidad, son los elementos que deben ser la guía para la recuperación y construcción de la memoria histórica del conflicto armado interno colombiano.
Ven y Mira: Locura, ruido, rostros.
Bibliografía
Arbeláez, M (2018) El arte de andar en la naturaleza. Calle14: revista de investigación en el campo del arte, 13 (23) pp. 170-185. Recuperado de: DOI: https://doi.org/10.14483/21450706.12997
Centro Nacional de Memoria Histórica (2018) Narrativas de la guerra a través del paisaje. Bogotá, Colombia: CNMH
Cresswell, Tim (2004) Place: a short introduction, Oxford, Inglaterra: Blackwell Publishing.
Massey, D (2004) Lugar, identidad y geografías de la responsabilidad en un mundo en proceso de globalización. Treballs de la Societat Catalana de Geografía, (57), 77-84.
Nogué, J (2014) Sentido del lugar, paisaje y conflicto. Geopolítica(s). Revista de estudios sobre espacio y poder, (5), núm. 2, 155-163.
Ramírez, B, López, L (2015) Espacio, paisaje, región, territorio y lugar: la diversidad en el pensamiento contemporáneo. México: UNAM, Instituto de Geografía: UAM, Xochimilco (Geografía para el siglo XXI; Serie Textos Universitarios 17).
Santos, M (1996) La naturaleza del paisaje. Barcelona, España:Editorial Ariel S.A.
Autor
Juan Arboleda actualmente es estudiante de último semestre de Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad La Gran Colombia. Fue miembro del semillero de investigación de la Universidad La Gran Colombia: “Semilleros Urbanos”. Interesado en analizar la historia decimonónica de Colombia.