La tregua navidad de 1914 ¿Triunfo humano u ejercicio de sentimentalismo?

El 25 de diciembre de 1914 sucedió uno de los hechos más sorprendentes de la Gran Guerra: en varios sectores del norte de Francia y Bélgica, incluso en los frentes del Este, de Italia y de los Balcanes, cada bando decidió abandonar temporalmente los combates por la Noche Buena y llevar a cabo una tregua no oficial que les permitió confraternizar, charlar, fumar, jugar al fútbol y enterrar a los muertos. Este evento es conocido como la “Tregua de Navidad”.

El largo camino de regreso para un soldado de la Gran Guerra

Pese a ser un tema muy sonado en la historia, hay algunos factores que se dejan de lado, y que se pretenden ahondar en este artículo. Por esta razón, además de relatar el hecho en sí, también se hablará de los antecedentes que llevaron a los enemigos a confraternizar; así como los elementos claves que permiten entender por qué la tregua no definió puntos incipientes para un armisticio o llamado a la paz entre las naciones combatientes.


Antecedentes.

La Gran Guerra, inició formalmente el 28 de julio de 1914, pero fue hasta el 2 de agosto que empezaron las hostilidades entre Alemania y Francia, a lo que se sumó Gran Bretaña -en contra de Alemania- el 4 de este mes; la entrada de Gran Bretaña a la guerra arrastró rápidamente a sus colonias, como Australia, Canadá, India, Nueva Zelanda y Sudáfrica. Cinco semanas después, el Ejército Alemán se había abierto camino a menos de 18 millas de París. Allí los maltratados franceses y británicos reunieron sus fuerzas en el río Marne, y en una serie de contraataques inesperados, hicieron retroceder a los alemanes. El Frente se estabilizó y poco después se convirtió en una línea continua de trincheras fuertemente fortificadas que zigzagueaban a quinientas millas desde el Canal de la Mancha a la frontera suiza. A finales de 1914, después cuatro meses de guerra de trincheras, las líneas de batalla habían cambiado muy poco. Los ataques exitosos se midieron en cientos de yardas y se pagaron en vidas por cientos de miles.

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Soldados franceses en sus posiciones durante la Batalla del Marne. Bibliothèque nationale de France.

En casa para navidad.

Tras la Batalla de Marne, el calor desapareció y los cielos de Europa occidental se oscurecieron y dieron paso a un otoño lluvioso y a uno de los inviernos más fríos hasta entonces (Hart, 2013, p. 110).  En otros conflictos, los ejércitos se habrían retirado hacia sus cuarteles de invierno, pero ahora los suministros (como alimentos enlatados) estaban más al alcance, gracias a las sociedades industrializadas; además, las nuevas armas, como ametralladoras, facilitaron la defensa del frente (Hart, 2013)

En las navidades de 1914, los ejércitos beligerantes habían chocado ya en repetidas ocasiones y los combates continuaron hasta bien entrado diciembre, causando millares de muertos y heridos, solo el Ejército Francés había sufrido 528 mil bajas, entre muertos, heridos y desaparecidos, entre agosto de 1914 y enero de 1915 (Stevenson, 2004, p. 122). El frente se convirtió en un gran enmarañado de trincheras, parapetos y alambres en que ambos bandos, frente a frente, separaban por un terreno muy parecido al paisaje lunar (a causa de los constantes bombardeos) conocido como la “Tierra de Nadie”. Esto reflejaba, en parte, el punto muerto en el que se hallaban los combates, sin apenas la posibilidad de emprender operaciones de envolvimiento a gran escala (Stevenson, 2004, p. 249)

Pese a que, al inicio de la guerra, la gran mayoría pensó que en diciembre de 1914 habría finalizado, los mandos de los países enfrentados comprendieron que la guerra sería una tarea larga y ardua, que iba a medirse en años y que sin duda alguna no iba a estar «acabada para Navidad. Aún así, en todas partes, las tropas de uno y otro bando mostraron un aguante tremendo: sabían que no iban a regresar a casa en la Navidad de 1914 (Hart, 2013, p .113).

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Primera batalla de Ypres.William Barnes Wollen (1857 – 1936).

La Tregua de Navidad.

En medio de aquella carnicería tuvo lugar uno de los momentos más curiosos de la guerra, la Tregua de Navidad de 1914.  En la Nochebuena, en varios sectores de Francia del norte y Bélgica, los hombres empezaron a entonar villancicos en diferentes idiomas, desde un bando se podían escuchar los ritmos suaves de Stille Nacht (Noche de Paz), y desde el otro, llegaban los acordes de Come All Ye Faithful (también conocida como Adeste Fidelis por su versión en latín), Annie Laurie y Minuit crétiens (Lozano, 2011, p. 121). El ánimo navideño no tardó en hacerse más presente cuando, desde las trincheras británicas, como describe el capitán británico Bruce Bairnsfather, vieron como los alemanes empezaron a colocar algunos árboles (abetos) y velas en las trincheras, estos habían sido enviados con anterioridad, junto a salchichas, doble ración de pan y licores, por el Kaiser alemán para las celebraciones de Nochebuena (Stevenson, 2004).

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La noche se hizo mucho más tranquila y el ruido de las armas cesó casi totalmente, lo que permitió que ambos bandos se escucharan más claramente. Al respecto, William Quinton, soldado 2.º Regimiento de Bedfordshire apostado en Ypres, quien se encontraba en las trincheras aquel 24 de diciembre, relató lo siguiente:

A nuestro alrededor todo estaba cubierto por una capa de nieve de unos ocho centímetros de espesor. Era como una de esas típicas felicitaciones de Navidad. Reinaba la calma. Parecía que en el aire flotaba aquel mensaje de «paz a todos los hombres de buena voluntad». Podíamos oír aún cómo los alemanes seguían utilizando sus ametralladoras en el camino de Ypres, pero a la noche siguiente, Nochebuena, incluso allí arriba había mucho silencio. Hubo algo en las líneas alemanas que, al verlo, hizo que nos frotáramos los ojos para volver a mirar. Por encima de sus parapetos, aquí y allá, observamos vagamente lo que parecían pequeñas luces de colores. ¿Qué era aquello? ¿Acaso se trataba de una señal preestablecida, anunciadora de un ataque, o simplemente pretendían picar nuestra curiosidad para que nos asomáramos más y quedáramos expuestos al fuego de sus ametralladoras? Estábamos muy recelosos, discutiendo sobre ese curioso movimiento del enemigo cuando ocurrió algo todavía más curioso. ¡Los alemanes cantaban! No con voz muy fuerte, pero estaban cantando de verdad. Empezamos a interesarnos por aquello. Al menos el enemigo estaba dispuesto a disfrutar en la medida en la que las circunstancias lo permitieran. De pronto, desde el otro lado de aquella tierra de nadie cubierta de un cándido manto de nieve, se oyó una voz clara y fuerte entonando los primeros acordes de «Annie Laurie». Cantaba en un inglés perfecto y nos dejó embelesados. No se oía nada más que la voz de aquel cantante desconocido. ¡Nos pareció que la guerra había cesado de repente! Que había cesado para escuchar esa pieza interpretada por uno de nuestros enemigos. El silencio reinaba entre los compañeros y entre los adversarios, y cuando dejaron de oírse las últimas notas, en nuestras trincheras estalló un aplauso espontáneo. ¡Una más, Fritz! ¡Canta otra, viejo amigo!

(Hart, 2013, p. 96).
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Oficiales británicos y alemanes reunidos en tierra de nadie durante la tregua no oficial. (Tropas británicas de los Húsares de Northumberland, Séptima División, Sector Banc Bridoux-Rouge). Imperial War Museums.

En la mañana de Navidad, alemanes y británicos y, en menor medida, belgas y franceses, treparon con precaución las paredes de las trincheras desde las que habían partido los villancicos, comprobaron las intenciones de sus contrarios y se estrecharon las manos en la llamada «Tierra de Nadie». El soldado William Quinton continúa relatando:

Cuando rompió el día, quedamos sorprendidos al ver a los alemanes con medio cuerpo fuera de las trincheras, mirando hacia nosotros con absoluta impunidad. ¡Hay que imaginar la situación!: donde ayer la simple visión de un pedazo de uniforme gris habría provocado los disparos de una docena de fusiles británicos, hoy estaba el enemigo exponiéndose a nosotros, observándonos serenamente desde el otro lado de la tierra de nadie, como hacíamos también nosotros. Para los que estábamos en primera línea del frente el mundo entero había cambiado. Podíamos contemplar todo lo que había alrededor a nuestro antojo […] -quienes- estábamos en las trincheras no tardamos en salir afuera para pasear en medio de la nieve, pero sin cruzar las alambradas. Lo mismo hicieron los alemanes. A lo largo de todo aquel día, y durante muchos más que estaban por venir, compañeros y enemigos se mezclaron libremente unos con otros en tierra de nadie. Con la excepción de unos pocos alemanes que sabían algo de inglés, supuso un obstáculo para desarrollar una conversación, pero nos entendíamos con señales y gestos (Stanley Weintraub, en su libro Silent Night expone que se dieron promesas tales como: «Tú no disparar, nosotros no disparar») ¡Recuerdo perfectamente al alemán que sostenía una caja de chocolates abierta para que yo cogiera uno! ¡Los alemanes querían incluso jugar con nosotros un partido de futbol en tierra de nadie, pero nuestros oficiales no lo permitieron!

(Hart, 2013, p. 97).

Los gestos de solidaridad continuaron durante toda la jornada y los soldados de ambos bandos confraternizaron, charlaron, fumaron juntos, jugaron al fútbol, se hicieron fotografías y enterraron a sus muertos. (Stevenson, 2004, P. 122). Un soldado británico señaló que nunca olvidaría la imagen de los soldados alemanes estrechando la mano de los soldados indios (Lozano, 2011, P. 121).

Benno Fürmann (voz de Rolando Villazón) interpretando al tenor y soldado Nikolaus Sprink, basado en la figura de Walter Kirchhoff . Joyeux Noel,( 2005)

En uno de estos episodios, se cuenta que el tenor dramático alemán, Walter Kirchhoff, quién viajó al frente junto al Príncipe Heredero alemán Wilhelm a hacer la entrega de los árboles de navidad al 130º Regimiento Wuerttenberger, entonó Stille Nacht o Silent Night, la canción más reconocible entre ambos bandos (Michael von Berg, s.f). En su improvisado concierto no solo obtuvo el aplauso de los alemanes, sino también el de los franceses y escoceses, lo que permitió que ambos bandos llevaran a cabo un alto al fuego no oficial para celebrar la Nochebuena (Michael von Berg, s.f). Esta anécdota fue retratada en la película francesa de 2005 Joyeux Noël (Feliz Navidad).

La derrota gala. Razones y pormenores del fiasco bélico en 1940.


Futbol y guerra.

Pese a que al soldado William Quinton y a su unidad no se les permitió llevar a cabo el partido de soccer con los alemanes, si se reportaron encuentros amistosos en otros sectores del frente. De acuerdo a medios de prensa como el periódico The Times, el 1 de enero de 1915, y el Glasgow Notices, 2 de enero, se llevaron a cabo varios partidos improvisados en tierra de nadie (Gonzales, 2014). En uno de estos encuentros, se dice que los Reales Fusileros Galeses perdieron 2 a 1 contra los alemanes del 371 Regimiento, en las proximidades de Frelinghien, en el norte de Francia, el mismo día de Navidad (2014).

No obstante, historiadores como Malcolm Brown y Shirley Seaton en su escrito Christmas Truce: The Western Front December 1914, ponen en duda si estos partidos se llevaron a cabo, a causa del estado del terreno, el cual estaba totalmente agujereado por los efectos de la artillería. Otros, como Stanley Weintraub, autor de Silent Night, afirman la veracidad del hecho. Igualmente, veteranos como Bertie Felstead, miembro de 15 ° Batallón y la Brigada Galesa de Fusileros, fallecido en el 2001, recuerda:

“No fue un partido propiamente. Podía haber cincuenta personas de cada lado. Yo jugué porque me gustaba el fútbol. No sé cuánto duró, probablemente media hora, pero nadie contaba los goles”

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Daily Mirror, 1914.

Haciendo un paréntesis, no podemos dejar de lado que el deporte se constituye como una dinámica simbólica en la que ahora existe un solo proyectil y es nada menos que el balón con que se juega. Los equipos se disputan la única” munición” en juego, siendo la posesión del balón una clave de la estrategia futbolera. De hecho, George Orwell, expresaba que:

“El deporte serio (como el soccer) no tiene nada que ver con el fair play. Está fuertemente sostenido por odio, celos, presunción, indiferencia de todas las reglas y un placer sádico en la testificación de la violencia: en otras palabras, se trata de una guerra sin disparos”. George Orwell

(Orwell, como se cita en Rodríguez, 2017)

Asimismo, de acuerdo al sociólogo Alejandro Villanueva (como se cita en Rodriguez, 2017), el deporte ha servido para catalizar procesos de reconciliación y abrir heridas. Entonces, por su condición de catalizador de asperezas simbólicas entre naciones y como forma de demostrar ser victoriosos sin necesidad de llegar a la confrontación violenta, ha sido figurado en muchos capítulos en los que la política es tan protagonista en sus disputas como las contiendas deportivas. Quizás, esta tesis nunca estuvo tan bien aplicada, como lo fue en la Tregua de Navidad de 1914.

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Partida improvisada de soccer durante la Tregua de Navidad.

Retomando, en muchos lugares la tregua duró varios días y algunos hasta mediados mediados de enero antes de acabar (con disculpas por parte de las unidades destacadas sobre el terreno) debido a la insistencia de los altos mandos, rumores, como aquellos de unidades que abrieron fuego en plena tregua, o la misma naturaleza de la guerra y sus combatientes (Hart, 2013). De hecho, resulta curioso, de acuerdo al testimonio de Bertie Felstead:

 “Lo que se me hace más raro es que en cada bando, y en otras partes, había gente que todavía combatía”

(Condell, 2001)

Esto, claramente auguraba que en las navidades de los años venideros la tregua no duraría tanto, si es que llegaba a producirse (Hart, 2013).


¿Qué llevó a los soldados a fraternizar?

Historiadores como Peter Hart (2013) investigador del Imperial War Museum de Londres, exponen que, aunque a menudo la tregua de navidad ha sido presentada como una especie de triunfo de la raza humana, esta solo fue un mero ejercicio de sentimentalismo. Otros historiadores, como Tony Ashworth, David Stevenson y Álvaro Lozano, expresan que este evento fue un episodio más del “vive y deja vivir” que se generalizó en las primeras líneas del frente como acuerdos tácitos para no atacarse en periodos concretos del día o periodos prolongados, de modo que se pudiese tener un pequeño control sobre las extremas condiciones de la guerra.  

“La confraternización de la Navidad de 1914 formó parte de un fenómeno mucho más amplio, cuyo verdadero alcance sigue siendo una incógnita. Las treguas tácitas se basaban en acuerdos no oficiales a los que se llegaba sin mediar palabra. Podían romperse cuando una unidad nueva y más agresiva pasaba a primera línea, o seguir adelante si la unidad de relevo se dejaba aconsejar por su predecesora. Comportaban invariablemente disparar lo mínimo, o en cualquier caso respetar momentos del día como el desayuno y evitar el bombardeo de la retaguardia para que pudieran llegar las provisiones a primera línea y ser evacuados los heridos [Vive y deja vivir]. Cuando patrullaban, los soldados de uno y otro bando apuntaban alto o procuraban evitarse […]Las treguas en las trincheras son importantes aquí porque ayudan a explicar qué hizo que la guerra fuera más llevadera (y, por lo tanto, más larga) y porque indican que la intensidad de los combates era, en cierta medida, negociable

(Stevenson, 2014, P. 249)

En esencia, los combatientes desarrollaban estrategias condicionales que se ajustaran a su larga interacción, a través de una política de cooperación mutua basada en la reciprocidad. Por ejemplo, en algunos lugares se produjo un acuerdo oficioso entre ambos bandos que permitía a los soldados hacer sus necesidades en la tierra de nadie sin ser disparados (Stevenson, 2014). De todos modos, este era un juego en el que había dos partes, y los británicos observaron que las tropas de Sajonia y del sur de Alemania (por no decir de Prusia) estaban dispuestas a jugarlo, al igual que las fuerzas austrohúngaras en Polonia y en los Alpes, pero no las turcas en Gallípoli (Stevenson, 2014, p. 249).

Hay que añadir que el soldado se vio envuelto en la trinchera como un ser que pudo rechazar, reprimir, obviar o sentir nostalgia de su vida como civil y su hogar (Ros, s.f). Así, podemos intuir, a través del historiador Jorge Ramón Ros (a partir de su escrito La Percepción del Hogar y del Frente en la Primera Guerra Mundial a Través de la Experiencia Bélica de los Soldados), que los fenómenos presentes en la Nochebuena de 1914, tales como el ánimo fraternal, la comida caliente, el licor y la decoración navideña, se presentaron como una evocación de un recuerdo asociado al hogar. Esto llevó a los soldados a tener una conducta más apacible que les permitió dejar de lado, por un momento, sus motivaciones bélicas para confraternizar con el enemigo en un espacio que evocaba su hogar.

En casos particulares, una posible explicación para este extraño suceso es que el Papa Benedicto XV, el 7 de diciembre, pidió a los Gobiernos en guerra que acordasen una tregua oficial durante la navidad, así proclamaría el Santo Padre que las armas podrían caer en silencio por lo menos en la noche en la que los ángeles cantaron (Gonzales, 2014).Esta fue la razón por la cual muchos de los soldados alemanes que la siguieron procedían de Baviera, la región más católica de Alemania (Lozano, 2011, P. 121)

Igualmente, ya que el campo de batalla era asimétrico, puesto que en el bando aliado las trincheras se parecían bastante a las del bando germano y en ellas los todos estaban expuestos a los mismos peligros y horrores, los soldados sentían a menudo una especie de vínculo de mártires con el enemigo y las miserias compartidas inspiraban un sentimiento común de humanidad (Moss, 2013, P. 13). Esta experiencia común permitió comprobar a los soldados de ambos bandos, por sí mismos, que los enemigos eran hombres como ellos y se percataron en cierta forma que mucha de la propaganda en contra no era totalmente cierta; por ejemplo, los alemanes no habían cortado las manos a niños belgas, como habían narrado los periódicos británicos (Moss, 2013, P.14)

Una burla lo llevó a la guerra; y luego, a la presidencia de Colombia: la guerra de los supremos


¿Por qué finalizó la tregua?

Cuando la noticia de la tregua llegó a los cuarteles generales de uno y otro bando, los altos mandos tomaron medidas oportunas para que un hecho similar no sucediese de nuevo, algunas fuentes indican que varios oficiales franceses fueron fusilados; aunque esto se encuentra en debate. Lo cierto es que los altos mandos amenazaron con castigar a quien desobedeciese las órdenes de no confraternizar con el enemigo. Esto llevó a que, para que no se repitiese este tipo de eventos, se rotaran continuamente los regimientos y fueron enviados a otros frentes, y se bombardeara a futuro y previamente las posiciones enemigas en la Noche buena, entre otras medidas.

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Postal enviada del Frente Occidental. Fuente original de la fotografía desconocida.

Sumado a ello, los altos mandos y el Gobierno trataron con recelo toda la información respectiva a la tregua y la cual pudo llegar a los medios de prensa, en algunos casos, se confiscaron las fotografías en donde se veían hombres de uno y otro bando posando amistosamente y, en otros, fueron confiscadas las cartas que hablaban acerca del hecho. Aquí es necesario precisar que todos los ejércitos instauraron un sistema de censura que omitía cualquier mención que rompiera con la visión heroica y patriótica de la guerra y que, por lo tal, pudiese reconstruir las motivaciones, dudas y esperanzas que forman parte de las culturas de guerra en los distintos países (Ros, s.f).

Siendo así, por ejemplo, el Ejército británico buscó crear un modelo estándar de carta con parámetros sentimentales que ignoraban la naturaleza desoladora de la guerra: hacinamiento, histeria, insalubridad, escasez, barro, enfermedades, ratas, etc. La idea era no romper con el estereotipo e ideal que abogaba la defensa nacional frente a la amenaza extranjera. De esta forma, no era muy adecuado mostrar al enemigo en su forma más humana, congraciándose con las fuerzas de otras naciones y, por lo tal, poniendo en duda su naturaleza amenazadora.


¿Por qué no representó el fin de las hostilidades?

El historiador Stanley Weintraub afirma que “Nadie quería seguir con la guerra”, pero los superiores sí, y amenazaron con castigar a cualquiera que desobedeciese (Flores, 2019). Siendo así, con el año nuevo, ambos bandos reanudaron sus actividades (2019). Pero en sus cartas y diarios los soldados reflejaron el grato recuerdo de la tregua: “Qué maravilloso –escribió un combatiente alemán–, y qué extraño al mismo tiempo” (Flores, 2019).

Sin embargo, en 1914, la opinión publica siguió expresándose a favor de esta y, de igual forma, la gran mayoría de sujetos (principalmente jóvenes) seguían dispuestos a arriesgar sus vidas, incluso quienes estaba en el frente, a raíz de las nociones introducidas y reforzadas de deber patriótico, de espíritu competitivo-deportivo y el ensalzamiento propio de la vida (Ros, s.f, p. 3). Por ejemplo, Tom Barry, irlandés enlistado en el Ejército británico, con 17 años, expresó “quería ver cómo era la guerra, empuñar un arma, ver nuevos países y sentirme como un hombre adulto” (Walker, 1916, como se cita en Ros, s.f). pero no solo debemos ver los factores de tipo moral, sino también aquellos de índole económico, como la seguridad que ofrecía una paga constante mientras el soldado sobreviviera (Ros, s.f)

Soldados franceses en su trinchera (1916). United States Government .

En este sentido, el utillaje mental utilizado por los hombres y mujeres para dar sentido a la guerra pone de relieve el deseo y determinación por seguir combatiendo, aunque la tregua de Navidad ha sido considerada acertadamente un gesto que venía a ponerlos en duda (Stevenson, 2014).  Empero, aunque la Tregua de Navidad demostró la falta de rencor existente entre muchos soldados, que una vez pasados los primeros meses de la guerra, se vieron atrapados en una maquinaria de muerte accionada desde lo alto, los gobiernos de los países beligerantes siguieron enfrentándose a un malestar social y a una oposición insignificante, incluso en las mismas tropas (2014)

Esto no era de extrañarse, apenas habían pasado aproximadamente cuatro meses desde el inicio de la guerra y muy pocos militares creían que la guerra se prolongaría más tiempo, algunos líderes, como John French, seguían soñando con planes de ataques que posibilitarían un ataque rápido sobre el enemigo (Ros, s.f). Igualmente, a la gran mayoría, la guerra no había llegado a afectarle profundamente, tenían cierta seguridad en ella e incluso la disfrutaban. Además, aquellos que sí, no se atrevían a decirlo por miedo a ser fusilados por cobardía.

Igualmente, al finalizar 1914, los países enfrentados no solo seguían sin resolver las diferencias que habían conducido a la guerra, sino que a ellas vino a sumarse una serie de nuevos obstáculos para la reconciliación (Stevenson, 2014). Uno de ellos fue la gran escalada de muertes desde el comienzo de las hostilidades, el ejército francés sufrió 528 mil, el ejército belga perdió la mitad de sus combatientes, las pérdidas de la BEF ascendieron a 89 mil hombres, las bajas rusas ascendieron a 1,8 millones de hombres y las alemanas a 800 mil (Stevenson, 2014, p. 123). Sumado a ello, la guerra trajo tras de sí la brutalidad y destrucción, por ejemplo, los alemanes quemaron la biblioteca medieval de Lovaina y asesinaron a casi 5 mil civiles en Bélgica, los rusos también se dieron al robo y el pillaje, incluso asesinando a civiles, esto sirvió, precisamente, para que la guerra tomara una posición ideológica y polarizara la política: “una cruzada para la preservación de los valores liberales y humanitarios” (Stevenson, 2014, p. 124).   

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Batalla de Loos. 25-28 de septiembre, 1915  Imperial War Museums

De esta forma, los gobiernos de los países beligerantes encontraron muy poca oposición y siguieron enfrentándose a un malestar social y a una oposición insignificante, y pudieron ver numerosas muestras de apoyo generalizadas (Stevenson, 2014, p. 126). Por esta razón es que la tregua de navidad, desde los mismos soldados, los altos mandos y la población civil, no representó una oportunidad para llegar a un acuerdo de paz y, aunque, a menudo se presente como una especie de triunfo de la raza humana, lo cierto es que, como expresa el historiador Peter Hart (2013, p. 97),  la tregua también puede ser contemplada perfectamente como la imputación de unos hombres deseosos de reemprender la matanza, a pesar de haber comprobado por sí mismos que los enemigos eran hombres como ellos. De hecho, esto se puede explicar desde el testimonio del Asistente Gustave Berthier, perteneciente al 256.º Regimiento de Infantería francés:

El día de Navidad el enemigo hizo una señal indicando que quería parlamentar. Fui yo quien se dirigió hacia sus trincheras, y al llegar a tres o cuatro metros de ellas, tres alemanes salieron para hablar. Era la fiesta del día de Navidad, una jornada de celebraciones, y pidieron que no disparáramos durante el día y la noche, prometiendo que, por su parte, no dispararían ni un solo tiro. Estaban hartos de la guerra, estaban casados como yo (habían visto mi anillo), no querían luchar contra los franceses, ¡solo contra los ingleses! Me pasaron unos puros y una cajetilla de cigarrillos con filtro dorado, yo les di un ejemplar del Petit Parisien a cambio de un periódico alemán. Regresé a la trinchera francesa ¡donde poco después me robaron el tabaco alemán! ¡Nuestros vecinos de enfrente cumplieron su palabra mejor que nosotros! Ni un solo disparo. Al día siguiente, para que pudieran ver que ya había pasado la Navidad, nuestra artillería lanzó contra ellos unas cuantas bombas perfectamente dirigidas que impactaron justo en sus trincheras.

(Hart, 2013, P. 97 ).

Anotaciones finales.

Pese a la discusión general llevada en torno a la Tregua de Navidad y el aparente clima desolador que surgió después, el utillaje mental respecto a la imagen inflada de bombo y platillo patriótico cambió al finalizar la guerra, donde los ciudadanos distinguieron como, sin la menor duda, los gobiernos habían mentido a sus respectivos pueblos. La guerra llegó a considerarse un fraude, perpetrado por una ciudadanía crédula que se convirtió en carne de cañón. También trajo tras de sí que se considerara que, además de la división entre los dos bandos, otra entre aquellos que sufrieron las penalidades del frente y aquellos que estaba conformados por la ciudadanía que desde su hogar vitoreaba a la guerra y que fueron los que los habían mandado —o animado— a ir allí, y que no conocían las penalidades que se pasaban realmente, ya fuera por ingenuidad, por indiferencia o por pura insensibilidad (Moss, 2003, PP. 13-14 )

Soldados británicos y alemanes fraternizando en Ploegsteert, Bélgica, el día de Navidad de 1914, Frente de la 11.ª Brigada, 4.ª División. Posiblemente fusileros Andrew (centro) y Grigg (segundo desde la derecha, fondo) de la Brigada de Fusileros de Londres con tropas de los regimientos sajones 104 y 106.

Al final de 1918, la guerra ya no era una aventura patriótica, protagonizada por hombres valientes con espléndidos uniformes, de ataques y retiradas, de hechos extraños y muertes valerosas. La Primera Guerra mundial duró poco más de 4 años, sin embargo, sus consecuencias permanecieron por mucho tiempo más… Una vez terminado aquel brutal conflicto los gobiernos tuvieron que afrontar un nuevo desafío, cómo ayudar a todos aquellos mutilados, hombres que habían perdido sus piernas, brazos, partes de sus caras. Muchos de estos hombres jamás podrían trabajar con normalidad de nuevo. Pero la guerra no solo trajo consigo este gran número de víctimas “directas”, pues también “quebró la mente” y la voluntad de todos aquellos que, desde sus trincheras, escuchaban como las balas pasaban por sus cabezas, soportando un incesante bombardeo de artillería y viendo como sus amigos eran despedazados o comidos por las ratas.

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Finalmente, expone Moss, (2003, P. 14), esto permitió que muchos reconocieran que la guerra no es una lucha dramática, sino una matanza industrializada, un proceso destructivo y deshumanizador que reducía a los hombres a una masa, en palabras del poeta Siegfried Sassoon, «esos muertos no heroicos que alimentaban a los cañones».

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Monumento dedicado a los hechos acontecidos durante la Tregua de Navidad.

Bibliografía

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  • Condell, D. (03 de 08 de 2001). Bertie Felstead. Last survivor of a famous first world war Christmas truce. Obtenido de The Guardian: https://www.theguardian.com/news/2001/aug/03/guardianobituaries1
  • Flores, J. (10 de 12 de 2019). La Tregua de Navidad de la Primera Guerra Mundial. Obtenido de National Geographic: https://historia.nationalgeographic.com.es/a/tregua-navidad-primera-guerra-mundial_8801/1
  • González, L. (28 de 12 de 2014). La Tregua de Navidad. Las ansias de paz de los soldados. Obtenido de https://luisaureliogp.files.wordpress.com/2017/08/la-trc3a9gua-de-navidad.pdf
  • Hart, P. (2013). La Gran Guerra. Titivillus.
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  • Maure, G. (s.f.). Una Tregua de Navidad. Cuadernos de Psicología del Deporte. Obtenido de https://www.elrivalinterior.com/PDF/A70.UnaTregua.elRivalinterior.pdf
  • Moss, N. (2003). 19 semanas. El crucial verano de 1940, que cambió el curso de la historia. Titivillus.
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  • Ros, J. (s.f.). La percepción del hogar y del frente en la Primera Mundial a través de la experiencia bélica de soldados. Trincheras permisos y trayectorias posteriores.
  • Stevenson, D. (2004). 1914-1918. Historia de la Primera Guerra Mundial. Debate.

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