La derrota gala. Razones y pormenores del fiasco bélico en 1940

La derrota de Francia durante la Segunda Guerra Mundial ha sido gran interés para algunos historiadores, puesto que fue decisiva para el devenir del conflicto y la historia global. Por lo tanto, su estudio es importante para comprender procesos bélicos, sociales, económicos y culturales antes de la invasión y después de la derrota tanto en Francia como en el resto de Europa central.

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Las razones de la derrota gala ante el III Reich no se fraguó exactamente en la primavera-verano de 1940, ya que fue un proceso que inició con las consecuencias de la Gran Guerra (1914-1918). Pocas veces un triunfo bélico provocó tantos efectos negativos al vencedor, como lo ocurrido con la III República Francesa, vencedora, junto con el Imperio Británico, de la contienda ocurrida en la segunda década del Siglo XX.

Si se aplica en República Francesa de 1918 a 1939 los tres aspectos que componen la guerra, según Karl Von Clausewitz: “la política del gobierno, las actividades militares y las pasiones de los pueblos” (Howard, 2003, p.10), nos daremos cuenta que cada elemento se preparó para contribuir frente a la derrota contra la Alemania Nazi: los gobiernos franceses, nunca lograron fomentar una cohesión social que uniera al país ante una nueva guerra; su actividad militar nunca evolucionó del concepto de “defensa estática” ni interactuó con las nuevas doctrinas militares y las nuevas tecnologías bélicas; y su pueblo se identificó con ideologías políticas y económicas que dinamitaron la cohesión social que pudo haber existido.


La Gran Guerra (1914-1918)

Una de las explicaciones más usadas a la hora de relatar la Segunda Guerra Mundial de Francia es su antecesora: La Gran Guerra, acaecida entre 1914 y 1918. La razón de esto, fue el costo económico, social y político que significó para el país (Hobsbawm, 1998). El país galo ya era una nación industrializada en 1914, pero en el momento de estallido de la Gran Guerra estaba muy por detrás de su contraparte inglesa, así como de sus enemigos alemanes:

Su forma de vida no fomentaba ni el crecimiento de la población ni la acumulación del capital necesarios para el desarrollo económico: en 1801, la población total de Francia alcanzaba los 27 millones y era la mayor de Europa; en 1910, eran tan sólo 35 millones de habitantes, mientras que Gran Bretaña había ascendido de 11 a 40 millones, y en cuanto al Imperio Alemán, superaba los 65 millones de habitantes y seguía aumentando (Howard, 2002, p.12)

En consecuencia, el conflicto bélico supuso un esfuerzo enorme para Francia, quienes, además, contribuyeron con una cantidad importante de soldados al esfuerzo de guerra (Ver la siguiente tabla de Lafon, 2014). Aunque los números nunca se podrán confirmar en su totalidad, debido a la brutalidad del conflicto.

Años de GuerraPérdidas humanas
1914301.000
1915349.000
1916252.000
1917164.000
1918164.000

En consecuencia, Francia sufrió una sangría humana considerable, pues el desarrollo de los combates del Frente Occidental se dio en su territorio. Esto implicó que tuviera que situar una cantidad constante y numerosa de hombres en el campo de batalla; a la par de ser partícipes de desastrosas ofensivas y contraofensivas que provocaron una carnicería incesante durante el desarrollo de varios meses, como por ejemplo, la batalla de Verdún de 1916 que cobró la vida de 400 mil soldados franceses, lo que nos muestra el nivel de destrucción que hubo en ese momento (Bidou, 2019).

Un soldado francés es alcanzado por fuego alemán en una carga de infantería durante la Batalla de Verdún. Fuente original de la fotografía desconocida

¿Qué implicó esto? Según Hobsbawm (1998, p. 34), los franceses perdieron casi el 20% de la población masculina en edad militar; es decir, 1 de cada 5 franceses, en edad para combatir, falleció en el conflicto, entre 1914 y 1918. Esto sin incluir a heridos, desfigurados, perdidos, prisiones de guerra, etc., con los cuales el número de víctimas asciende a las dos terceras partes de los efectivos movilizados.

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Para explicar mejor la situación que vivieron los soldados en el Frente Occidental, el autor antes mencionado, narra cómo se lucharon las primeras semanas y las consecuencias del enfrentamiento de trincheras:

El ejército alemán penetró en Francia por diversas rutas, atravesando entre otros el territorio de la Bélgica neutral, y sólo fue detenido a algunos kilómetros al este de París, en el río Marne, cinco o seis semanas después de que se hubieran declarado las hostilidades […] A continuación, se retiraron ligeramente y ambos bandos-los franceses apoyados por lo que quedaba de los belgas y por un ejército de tierra británico que pronto adquirió ingentes proporciones- improvisaron líneas paralelas de trincheras y fortificaciones defensivas que se extendían sin solución de continuidad desde la costa del canal de la Mancha de Flandes hasta la frontera suiza, dejando en lado de los alemanes una extensa zona de la parte oriental de Francia y Bélgica. Las posiciones apenas se modificaron durante los tres años y medio siguientes

(Hobsbawm, 1998, p. 33).

Esto significó que, durante ese lapso, los soldados de ambos bandos estuvieran en una constante tensión, en espera a que uno u otro de los altos mandos planease una forma de “romper el cerco” y, con ello, destruir al enemigo. No obstante, esta táctica implicaba un desgaste físico, emocional y neurológico al soldado común. Por un lado, sus condiciones de vida en las trincheras eran duras, deplorables en higiene, alimentación y salud. Y por otro lado, cuando iniciaba un ataque del contrario, se recibía un bombardeo constante de artillería para ablandar a los contrarios y permitir mareas de ataques, las cuales eran una auténtica carnicería en la tierra de nadie (Hobsbawm, 1998).

Esta situación provocó que muchos soldados tuvieran quiebres mentales que se conocieron como Shell shock, y que les impidió muchas veces combatir y, en casos muy graves, tener una vida normal, debido a los incontrolables espasmos y convulsiones que tenían en el campo de batalla o al regresar a la vida civil (BBC, 2004).

Pero los problemas mentales solo fueron una de las consecuencias de este conflicto. En el aspecto físico existió una generación entera de soldados a los que se les denominó los guelues cassées (caras partidas), los cuales fueron miles de hombres que sufrieron desfiguraciones en sus rostros por las diferentes situaciones bélicas a las que se enfrentaron. Además, cada herida fue un duro recordatorio de los horrores de la Guerra para los retirados y la población civil, por ello, según Hobsbawm (1998, p. 38), no es sorprendente que tanto para británicos como franceses, aquella fuera la Gran Guerra, más terrible y traumática que la segunda guerra mundial. La memoria fue uno de los mayores conflictos y, tal vez, el más duradero.

Les Gueules cassées, empreinte de la Première guerre mondiale
Guelues cassées. Fuente original de la fotografía desconocida

Crisis económica

Aunque Francia fue una de las potencias ganadoras de la Gran Guerra, su situación económica no fue la mejor. La disminución demográfica pasó factura a lo largo de la década de 1920, pero se estabilizó debido a diferentes medidas económicas, entre ellas: las reparaciones que pagó Alemania tras la firma del Tratado de Versalles, el retomar el patrón oro en su moneda y el devaluar su moneda, con el objetivo de fomentar el incremento del comercio de su país.

En el aspecto global, la producción manufacturera era un 7% menor en 1920 que en 1913; la producción agrícola era un tercio debajo de la media en el mismo rango de tiempo, aunado a que las exportaciones eran la mitad de las que se habían tenido antes de la guerra.

Francia presionó mucho a Alemania para obtener los pagos especificados en el Tratado de Versalles. Esto provocó que los germanos se sintieran presionados, desilusionados y humillados; con deseos revanchistas. Sumado a ello, Francia trató de mantener en la penuria económica a sus vecinos, lo cual, a su vez era costoso.

Aunque hubo un gran repunte económico en la mitad de la década de 1920; la situación era más ilusoria que los años anteriores a la Gran Guerra. Debido a este conflicto, la demanda de cereales de distintos países había crecido exponencialmente, lo que provocó que se pidieran créditos para financiar mayores cultivos y atender la demanda.

Tratado de Versalles - ¿Qué fue?, puntos, causas, consecuencias y más
Copia inglesa del Tratado de Versalles. Auckland War Memorial Museum

Empero, cuando terminó el enfrentamiento y la situación se fue normalizando con el paso de los años, los agricultores se encontraron con un mercado saturado y un problema constante de no poder pagar los créditos. Esto, a su vez, provocó que los bancos se encontraran sin quién les pagara y hubiera demasiados pasivos. El Gobierno francés tampoco podía responder con la celeridad deseada, puesto que, no contaba con los elementos adecuados para ello.

La situación mencionada explotó cuando acaeció el crack financiero de 1929, donde créditos e inversiones colapsaron, lo que provocó una crisis global que afectó a Francia de manera considerable a partir de 1931, siendo el sector agrícola uno de los más golpeados por la disminución de precios. El país galo tuvo que recurrir a ser receloso de sus reservas de oro y a proteger a su industria. Aunque seguían siendo una potencia, habían sido desplazados de nueva cuenta por Alemania antes de la crisis (Kennedy, 1986) Esta situación no mejoró considerablemente en los años subsecuentes, aunque el Imperio Colonial permitió un flujo monetario y material con cierta efectividad (Villa, 1996).

Al momento de iniciar el conflicto con Alemania en 1939, Francia se encontraba debilitad económicamente, con un imperio enorme ultramarítimo y con un enorme gasto en fuerzas armadas. Para completar el panorama, el país galo tuvo que recibir y albergar-de manera inhumana- a miles de refugiados españoles republicanos en el sur de su territorio, quienes venían huyendo de las tropas nacionalistas de Francisco Franco.

Las causas de la Gran Guerra (1914-1918) “rivalidades que matan”

Como dato adicional, el costo económico de la Línea Maginot fue de aproximadamente 3.3 billones de francos de la época, lo que explica en gran parte el por qué no fue expandida hacia Bélgica. (Military History, 2017).

Protesta durante la Gran Depresión en Francia, 1933. Scherl/Süddeutsche Zeitung Photo

Un mando mediocre e ineficaz y unas tropas escasamente preparadas

Durante la Gran Guerra, el Ejército francés había cargado con la mayor parte del esfuerzo aliado, además era considerado por muchos el más poderoso de Europa, razón por la que nadie dudaba de que no fueran capaces de defender su territorio (Beevor, 2012, p.89).

No obstante, los observadores más perspicaces no estaban tan seguros de ellos, puesto que la mentalidad de los altos mandos militares franceses que experimentaron la crueldad y dureza de la Gran Guerra degeneró en una idea y pensamiento militar netamente defensiva, debido a la masacre que sufrió el país galo en el conflicto, lo cual, a su vez, tuvo como consecuencias las escasas preparaciones en torno a nuevas ideas militares y las nuevas tecnologías de aquella época:

Ya en 1935, el mariscal M. N. Tukhachevsky había predicho que las fuerzas francesas no serían capaces de frenar un ataque alemán: En su opinión, el talón de Aquiles del ejército galo era una lentitud excesiva para lograr reaccionar a tiempo a una agresión. Esta falta de rapidez no solo se debía a una mentalidad rígidamente defensiva, sino también a la ausencia casi absoluta de comunicaciones por radio

(Beevor, 2012, p.86).

Al margen de lo anterior, Francia quiso mantener un ejército fuerte e impresionante y mantener a raya a sus vecinos germanos. Sin embargo, esto fue un constante problema en su presupuesto, el cual fue subiendo gradualmente durante la década de 1930, hasta llegar al 8% del total de su gasto corriente. Y, aun así, aunque fue un aumento considerable, no se compara con el de Alemania, que llegó a consistir en el 15% en el mismo rango de tiempo. Por otro lado, pese a los esfuerzos, mientras que el personal militar de Francia en esta época era el 4.2% de su población, Alemania tenía 6.4% disponible, además de una mayor masa demográfica. (Oralanta, 2005). Francia tenía aproximadamente 40 millones de habitantes en 1939, mientras Alemania tenía un estimado de 69 millones de personas, lo cual muestra la diferencia entre ambos países.

La mentalidad netamente defensiva de los altos mandos franceses, el escaso material humano, a comparación del III Reich, y el escaso entusiasmo por nuevas ideas militares y tecnología militar, formaron un ejército francés totalmente ineficaz, que no tuvo capacidad de acción y que se volvió estático, sin iniciativa y bisoño.

El ejército, aunque fuera uno de los más grandes del mundo, era anticuado y difícil de articular, y su organización y estructura se basaba demasiado en la línea Maginot, provocando su anquilosamiento (Beevor, 2012, p.90). Esta mentalidad defensiva de Francia repercutió en su organización militar, puesto que, en su mayoría:

[…]las unidades de tanques francesas, aunque técnicamente no eran inferiores a las alemanas, habían recibido un adiestramiento insuficiente. Aparte de tres divisiones mecanizadas —se creó a toda prisa una cuarta a las órdenes del coronel Charles de Gaulle en la invasión alemana de 1940—, los franceses tenían sus carros de combate repartidos entre las distintas formaciones de infantería. Al igual que los británicos, carecían de suficientes cañones antitanque efectivos

(Beevor, 2012, p.135).

Sumado a ello, sus comunicaciones por radio eran, como poco, primitivas, puesto que eran fijas (Beevor, 2012, p.135)”. Y, en una guerra de movimientos, los teléfonos de campaña y los terminales fijos resultaban de muy poca utilidad. Las fuerzas aéreas francesas seguían encontrándose en un estado lamentable.

Durante la crisis de Checoslovaquia de 1938, el general Vuillemin había escrito a Daladier para advertirle de que la Luftwaffe iba a destruir con facilidad todas sus escuadrillas. Desde entonces, apenas se habían llevado a cabo unas cuantas mejoras. Por esta razón los franceses confiaban en que la RAF asumiera la mayor parte de las operaciones aéreas (Beevor, 2012, p.135).

Durante la campaña de Polonia, los Aliados no habían aprendido varias lecciones, como:

que la Luftwaffe estaba plenamente capacitada para apoyar en misiones a la infantería, o para lanzar implacables ataques preventivos contra los aeródromos, o que el ejército alemán tenía un talento especial para realizar ataques relámpago con sus blindados con el fin de desorientar al enemigo

(Beevor, 2012, p.136).

Francia, aunque tuvo una fuerte cantidad de tropas, aviación, tanques y armamento, se vieron totalmente perplejos al momento de iniciar el choque con Alemania en 1939. ¿Por qué? Porque las unidades blindadas-entiéndase tanques y demás vehículos de este estilo- eran utilizados como complemento y apoyo de la infantería, contradiciendo la tendencia de la época o, mejor dicho, no realizando una idea que ya estaba implementando Alemania. Para colmo, la modernización francesa no se podía comparar con la del III Reich:

Para 1939, las divisiones alemanas contaban, cada una con 3 regimientos de infantería, uno de artillería ligera, al menos un regimiento de artillería pesada, un batallón de ingenieros y unidades auxiliares de cazadores de carros, transportes, exploración, intendencia, sanidad y policía

(Del Rey y Canales, 2012, p.20)
File:Bundesarchiv Bild 101I-012-0016-20, Polen, Panzer IV in Ortschaft.jpg
Tanques alemanes durante la invasión a Polonia. Septiembre de 1939. Bundesarchiv_Bild_101I-012-0016-20. Dominio público.

Más importante aún era el número del ejército alemán: cuando comenzó la invasión a Polonia, el ejército alemán contaba con casi 3 millones de hombres, 400 mil caballos y 200 mil vehículos (Beevor, 2012, p.45). Para 1934, Alemania sólo disponía de una división panzer. 5 años después tenía 6, además de otras 4 mecanizadas y 4 mas motorizadas, que ya había puesto a prueba en la Guerra Civil Española (Del Rey y Canales, 2012, p.20).

Dicho sea de paso, Francia sí tuvo un poco de iniciativa en los primeros días de la guerra, al haber iniciado la ofensiva de Sarre sobre suelo alemán, entre el 7 y 16 de septiembre de 1939. Esta ofensiva fue un rotundo fracaso, pues fue rechazada por los germanos y le costó muchas más bajas a los galos que a los defensores. Tras este fallo, los franceses no volvieron a tomar la iniciativa. (Austra, 2020).

El largo camino de regreso para un soldado de la Gran Guerra

Durante su visita al frente, un corresponsal de Reuters preguntó a los reclutas franceses por qué no disparaban a los soldados alemanes que se ponían a tiro.Todos reaccionaron con cara de asombro. Y si abrimos fuego, nos responderán con fuego respondió uno de ellos. Las patrullas alemanas que vigilaban las líneas no tardarían en descubrir la ineptitud y la falta de instinto agresivo de la mayoría de las formaciones francesas (Beevor, 2012, p.91).

Beevor (2012), agrega:

La inactividad dio paso al desánimo y a la depresión A los políticos comenzaron a llegarles informes que hablaban de borracheras, de ausencias sin permiso y del aspecto desaliñado que presentaban las tropas en público. No podemos estar todo el tiempo jugando a las cartas, bebiendo y escribiendo a nuestras esposas”, relataba un soldado. Nos pasamos el día echados en lechos de paja bostezando, sin ganas de hacer nada

(p.91)

Todo lo anterior, más la pasividad francesa en las conquistas germanas de Polonia, Noruega y Dinamarca fueron una muestra de debilidad.

A pesar de las señales alarmantes internas y de la notoria capacidad bélica militar alemana, el alto mando galo se contentó con mantener sus posiciones defensivas, esperando repetir el escenario de 1914, donde Alemania fue contenida por diversos factores. A eso se sumó el desconcierto francés en los altos mandos políticos y militares que enfrentaron la invasión alemana en los meses siguientes: León Blum, Primer Ministro de Francia en 1937 y 1938, y un claro líder que Francia requería, tenía una fuerte oposición de la ideología derecha en Francia, al grado que los derechistas radicales argumentaban, “Mejor Hitler que Blum” (Beevor, 2012, p.92).

Georges Bonnet, ferviente partidario de la política de apaciguamiento que ocupaba el Ministerio de Asuntos Exteriores tenía un sobrino que, antes de estallar la guerra, se había encargado de canalizar el dinero entregado por los nazis para patrocinar la propaganda antibritánica y antisemita en Francia (Beevor, 2012, p.92). Incluso, Paul Reynaud, partidario de la guerra contra Akemani, tenía una peligrosa debilidad: su amante, la condesa Hélène de Portes, quien consideraba que Francia no habría debido cumplir nunca su promesa a Polonia (Beevor, 2012, p. 93). Édouard Daladier, en los meses previos a la invasión de Noruega y Dinamarca por parte de Alemania: «insistía en trasladar la guerra a Escandinavia e incluso atacar los yacimientos petrolíferos de la Unión Soviética, con tal de alejar los combates futuros de tierras francesas» (Beevor, 2012, p.128).

Jean Paul Reynaud político francés. curieuseshistoires-belgique

Maurice Gamelin, comandante francés en los meses de la invasión alemana tenía una excesiva confianza en la Línea Maginot, al grado descartar un ataque alemán por las Ardenas. Reynaud, que llamaba a Gamelin “el filósofo sin sangre en las venas”, quería destituirlo, pero Daladier, como ministro de defensa y de la guerra en 1940, insistió en mantenerlo en el cargo (Beevor, 2012, p.133)

Gamelin para cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial era un militar politizado en toda regla: en la madrugada del 10 de mayo de 1940 -en plena invasión alemana contra Bélgica y los Países Bajos:

[…]llegaron al cuartel general de Gamelin noticias sobre el movimiento del enemigo, pero apenas se les prestó atención, pensando que se trataba simplemente de una nueva falsa alarma. El comandante en jefe no fue despertado hasta las 06:30. Su Grand Quartier General en la fortaleza medieval de Vincennes, en el extremo este de París, se encontraba lejos del campo de batalla, pero cerca del centro de poder. Gamelin había aprendido a conservar su posición en el mundo bizantino de la Tercera República. A diferencia de Maxime Weygand, el general derechista acérrimo al que había sustituido en 1935, el deifico Gamelin había evitado que se le tachara de antirrepublicano

(Beevor, 2012, p.142).

Del General Gamelin que había planificado la Batalla de Marne en 1914, en 1940 era un general de más de 68 años que disfrutaba del ambiente elitista que compartía con sus oficiales favoritos del estado mayor, con los que tenía intereses intelectuales y hablaba de: arte, filosofía y literatura como si juntos estuvieran representando una obra de teatro francesa sumamente intelectual, alejados del mundo real (Beevor, 2012, p.144).

General Lord Gort and General Gamelin, 1939 | Online Collection ...
General Lord Gort y General Gamelin, 1939. National Army Museum

Sin embargo, no todos los altos mandos militares o franceses estaban obturados, pero sus voces fueron ignoradas: Charles de Gaulle, por ejemplo, proponía un nuevo tipo de guerra en su libro intitulado Vers l’Armée de Métier, basándose en la movilidad, modernización y el uso de carros blindados y tanques como divisiones separadas, contraviniendo las ideas de sus superiores. Para infortunio de los galos, esta estrategia que siguieron los alemanes con total éxito (Military History, 2017). Sus superiores Gamelin y Georges eran hombres de una edad ya avanzada que tenían una noción más defensiva de la guerra (Kennedy, 1986 , p. 493 ).

El largo camino de regreso para un soldado de la Gran Guerra

Las constantes suplicas y críticas de De Gaulle lograron que, para 1940, Francia estableciera 3 divisiones mecanizadas, más un extra y creada a toda prisa, que comandó él mismo (Beevor, 2012, p.135). En retrospectiva, tanto a los líderes políticos como a los comandantes franceses, se les pasó el detalle de que la tecnología militar había evolucionado demasiado desde 1918. Habían pasado 21 años donde el armamento y las estrategias no podían ser las mismas que en antaño.


La BEF y los desaciertos estratégicos

Meses antes de la invasión alemana sobre Francia, Gran Bretaña, aliada del Estado Frances desde 1906, había desplegado 4 divisiones de la Fuerza Expedicionaria Británica en octubre de 1939. En marzo de 1940, la BEF:

había aumentado sus efectivos con una división acorazada y 10 divisiones de infantería, siempre a las órdenes del John Vereker, quien, a pesar de estar al mando de un número tan considerable de fuerzas, debía acatar las órdenes del comandante francés del frente del nordeste, el general Alphonse Georges, y del general Maurice Gamelin

(Beevor, 2012, p.133).

Los principales problemas con los que tenían que lidiar los ingleses, como los franceses apostados en el norte de Francia, era la obstinación belga a poner en entredicho su neutralidad, a pesar de la notoria amenaza alemana, y en segundo lugar, la propia actitud arrogante y hasta desconfiada del General Gamelin. No había pues, un mando conjunto entre Francia y Gran Bretaña, como si lo hubo en la Gran Guerra.

Si algo caracterizó a Inglaterra durante buena parte de los siglos XIX y XX fue tener un ejército de tierra relativamente pequeño, pero con una fuerza naval que en su momento no tuvo competencia real por parte de las otras potencias. Empero, esto no quiere decir que no tuviera soldados, sino que eran relativamente pocos, más si se le compara con las fuerzas de Francia o Alemania en 1939. El problema de fondo fue la pasividad inglesa y francesa, aún aunque el III Reich estaba distraído en Polonia, la táctica de ambos países fue esperar, lo que a la larga resultó en un grave error táctico de los aliados (National Army Museum, 2019).

British prisoners at Dunkerque, France.jpg
Prisioneros británicos y franceses en Dunkerque, Francia, junio de 1940. Pie de foto original del Picture Post del 10 de agosto de 1940 (Vol. 8 No 6). Dominio público.

Esto se confirmó cuando, en mayo de 1940, Alemania arrasó a los ya mencionados Holanda, Bélgica y Luxemburgo, mostrándose ingleses y franceses totalmente incapaces de hacerle frente a los germanos, siendo la mayor parte de la BEF aislada y encerrada en Dunquerque, así como a 140 000 soldados franceses y belgas.

El plan del General francés Gamelin de incluir al VII Ejército Frances como parte de los cuerpos de ejército que avanzarían con dirección a los Países Bajos y Bélgica, siendo que el “el VII Ejército constituía su única fuerza de reserva en el nordeste de Francia» (Beevor, 2012, p.144). La poca organización que tuvieron entre ellos, la táctica germana de usar a los blindados como parte integral de las fuerzas armadas –y del combate-, la incapacidad de Gamelin y del Estado mayor francés al “pronosticar la velocidad, la implacabilidad y la diversión que caracterizaron el conjunto de operaciones de la Wehrmacht (Beevor, 2012, p.145)” trajo como consecuencia un avance virtualmente imparable hacia el centro de la nación gala, así como la muy célebre evacuación del puerto de Dunkerque mediante la Operación Dínamo (Encyclopaedia Britannica, 2019).

En el caso de Bélgica, el pequeño país se aisló de cualquier alianza militar, con miras a mantener una neutralidad ante el rearme alemán que se estaba gestando. Esto provocó que, en vez de tener un posible beligerante, fueran en realidad un punto de acceso. La neutralidad belga acabó en el mismo momento en el “VI Ejército Alemán al mando de Walther von Reichenau avanzó sobre Bruselas y Ambers, y el IV Ejército Alemán al mando de Günther von Kluge, entraría en Bélgica para avanzar hacia Charleroi y Dinant» (Beevor, 2012, p.139). La ofensiva lanzada por todos estos ejércitos contra los Países Bajos desde el Este, atrajo inmediatamente a las fuerzas británicas y francesas, impidiendo una defensa cooperativa, aunque lo lograron de algún modo en las pocas semanas de la Batalla de Francia.


La Línea Maginot

Además de la BEF, el otro eje de la defensa francesa ante un ataque de Alemania fue la Línea Maginot. Este factor se ha mencionado ad nauseam, pero es muy relevante: El Alto Mando Francés decidió que era necesario fortificar la frontera con Alemania, para protegerse de un posible ataque enemigo, teniendo como consecuencia la construcción de la célebre Línea Maginot. Su edificación inició en 1929 a cargo de André Maginot y Paul Painlevéy, quienes tuvieron la visión de crear una serie de fortalezas para proteger a Francia. André Maginot, ministro de Guerra en 1929, era un político convencido de que las líneas estáticas eran la mejo defensa, y fue quien ideó el proyecto político aprobado por la Asamblea Nacional del Gobierno Francés. Paul Painlevéy por su parte, sustituyó a Maginot en el Ministerio de Defensa en 1924, y fue él quien empezó con construcciones de defensa en la frontera con Alemania, que servirían de base para el proyecto de Maginot inexpugnable (Del Rey y Canales, 2012, p.124).

El proyecto defensivo concluyó su fase principal en 1936, siendo finalizados sus trabajos dos años después. Como se indicó en puntos anteriores, su costo fue de más de 3000 millones de francos de la época. La Línea Maginot se desplegaba casi desde el Canal de la Mancha hasta la frontera con Italia, con una sucesión de fortines, en su mayoría subterráneos, pero esta era un mito para los franceses, ya que los alemanes sabían que no era tan inexpugnable (Del Rey y Canales, 2012, p.124). Pero, en los meses previos a 1940, el Gobierno Francés cometió un error de cálculo desastroso: La línea Maginot se extendía solo desde la frontera con Suiza hasta el extremo sur de la frontera con Bélgica al otro lado de las Ardenas, ya que la línea fue concebida como una medida defensiva contra Alemania por tener frontera directa ambos países. Bélgica, como en la Gran Guerra, se esperaba que fuera un obstáculo si Alemania repetía el plan de invasión de 1914.

No obstante, ni el estado mayor francés ni el británico imaginaron que los alemanes se atreverían a cruzar esta región tan boscosa para lanzar un ataque relámpago (Beevor, 2012, p.135). Por ello, de poco sirvió la línea cuando, en mayo de 1940, el ejército germano rodeó las fortalezas y atacó por el Bosque de las Ardenas, lo cual fue motivo de gran sorpresa y poca capacidad de reacción de su contraparte francesa e inglesa, lo que provocó en buena medida el desastre militar para Francia.

La Línea Maginot: buena estrategia, mala ejecución
Linea Maginot. Fuente original de la fotografía desconocida.

La capacidad bélica alemana y el elemento sorpresa.

En este punto es importante recalcar que Alemania no era infalible ni perfecta, pero su visión de la Guerra fue la movilidad-que tocamos en el punto anterior-, tomando por sorpresa a los mandos aliados e impidiendo su reorganización. La visión alemana se conoció como la Blitzkrieg, que implicaba el uso de los vehículos motorizados-blindados entre otros-, apoyados por infantería mecanizada, aviación que atacaba a las unidades enemigas en tierra tenía un mayor enfoque en la movilidad y en el uso de unidades compactas para su fácil desplazamiento (National Army Museum, 2019).

Durante los meses que transcurrieron a partir del 1º de septiembre de 1939 y hasta los primeros meses de la Operación Barbarroja, el ejército alemán fue virtualmente imparable:

En la invasión contra Polonia en 1939, Alemania “organizó el ataque en dos Grupos de Ejércitos: el Norte, al mando del General Feedor Von Book, que disponía de 630,000 infantes agrupados en 18 divisiones y 3 brigadas, y el grupo de ejércitos del sur, al mando del General Von Rundstedt, con 886,000 soldados. En total, 1,800,000 soldados bien entrenados, agrupados en 37 divisiones de infantería alemana, 3 eslovacas, 6 divisiones panzer, una brigada de caballería, 2510 carros de combate, 4 divisiones ligeras, 4 de infantería motorizada, 1 de montaña y 5800 piezas de artillería

(Del Rey y Canales, 2012, p.41).

El éxito alemán en la campaña de Polonia no se entendería sin la coordinación entre el Heer y la Luftwaffe y la superioridad de esta última, que en Polonia participó con “la Luftflotte 1, dirigida por el General Albert Kessselring y con 807 aparatos y la Luftflotte 4, dirigida por el General Alexander Löhr, con 657 aviones (Del Rey y Canales, 2012, p.43).» La campaña fue un éxito total y sólo presentó 11 mil bajas mortales y 44 mil bajas en total» (Beevor, 2012, p.66)

Invasión de Francia
Bombarderos Stuka JU87 en 1940. Fuente original dela fotografía desconocida.

En la Campaña de Noruega y Dinamarca, Alemania logró desembarcar seis divisiones en Noruega y dos divisiones, más una brigada motorizada, en Dinamarca, y para finales de abril, en Noruega, estaban apostados más de 100 mil soldados alemanes. En Dinamarca, “Los nazis consiguieron desembarcar tropas en Copenhague antes de que saltara la alarma en las baterías costeras danesas. El gobierno de este país escandinavo se vio obligado a aceptar las condiciones impuestas por Berlín (Beevor, 2012, p.130)”.

Semejantes éxitos, particularmente en la campaña de Polonia, dejaban para abordar bastantes lecciones que, sin embargo, los altos mandos franceses e ingleses ignoraron. Los franceses también subestimaron la capacidad de adaptación del Ejército Alemán:

El 10 de enero de 1940, un avión de enlace alemán, que había perdido la orientación debido a la intensa nubosidad, tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en suelo belga. El oficial de estado mayor de la Luftwaffe que viajaba a bordo del aparato tenía una copia del plan de atacar los Países Bajos, e intentó quemarla, pero los soldados belgas llegaron antes de que quedara completamente destruida

(Beevor, 2012, p.124)

Tanto Francia como Gran Bretaña, conociendo el plan de Alemania, destinaron buena parte de sus tropas a la frontera belga y de los Países Bajos, lo que daría pie a que “Hitler y el OKW se vieran obligados a reconsiderar su estrategia (Beevor, 2012, p.124)”. Como “muchos de los generales alemanes y por supuesto, franceses, consideraban que atravesar las Ardenas con unidades acorazadas era imposible (Del Rey y Canales, 2012, p.124)”

El nuevo proyecto se basaría en la brillante idea del teniente general Erich Von Manstein de “lanzar un ataque con divisiones panzer por las Ardenas, para luego alcanzar la región del Canal, sorteando la retaguardia de los ejércitos británico y francés en avance a Bélgica» (Beevor, 2012, p.124).

Panzer I en Francia. Obtenido de World War Photos: https://www.worldwarphotos.info/

Los franceses e ingleses nunca pensaron que el nuevo plan involucraría un ataque audaz por las Ardenas y en general un proyecto con: “136 divisiones de infantería a las que podían equipararse numéricamente, poco más o menos, con las aliadas, más 10 divisiones acorazadas, a la que franceses, ingleses y mucho menos belgas, podían oponerse » (Del Rey y Canales, 2012, p.126).

Aunque no hubo sorpresa, la táctica alemana fue muy superior a la táctica aliada. Con el movimiento de pinza que aisló a miles de tropas durante la Batalla de Francia, la suerte ya parecía echada para mayo de 1940 y se confirmó en junio del mismo año, cuando fue total la derrota de Francia.

El bombardeo a Dresde ¿Un crimen de guerra?

Irónicamente, quizás todo habría quedado en un fracaso para Alemania, si está hubiera atacado a Francia en el otoño de 1939. En la Campaña de Francia, “La Luftwaffe disponía solo de bombas para catorce días de combate» (Beevor, 2012, p.162). Además:

[…]sus formaciones motorizadas y blindadas se habrían visto en una situación sumamente delicada. Un año antes simplemente no existían aún los tanques más pesados Mark III y Mark IV, que fueron capaces de enfrentarse con éxito a los carros de combate franceses y británicos. Y para adiestrar debidamente a sus fuerzas, especialmente a los oficiales de un ejército que había pasado de los cien mil a los cinco millones y medio de efectivos, fue también de vital importancia poder contar con unos meses más

(Beevor, 2012, p.163)

Conclusiones y comentarios finales

Para concluir, no es de sorprender que, los franceses durante la Operación “Plan Amarillo” (o invasión alemana a Francia, Bélgica y los Países Bajos) fácilmente sucumbieran ante un modelo de batalla con tácticas novedosas y con nuevas armas militares perfectamente desglosadas y en acción. Lo anteriormente descrito, se puede resumir en las palabras que recibió Charles de Gaulle cuando asumía el mando de la 4º División Blindada francesa, en plena invasión alemana: el General que le entregaba la división lo despidió diciéndole “¡Adelante De Gaulle! He aquí para usted, que durante tanto tiempo ha defendido las ideas que el enemigo está poniendo en práctica, la oportunidad de actuar” (Beevor, 2012, p.172).

La guerra moderna, al mando de, quizás, la generación más talentosa de comandantes alemanes de la historia, provocó que el Ejército Francés cayera presa del pánico y la moral se fuera por los suelos, mostrando una incapacidad de reacción frente a sus enemigos. A partir del 10 de mayo, la catástrofe francesa se fue configurando: el 12 de mayo de 1940, el comandante alemán Erwin Roomel al mando de la 5º y 7º Divisiones Panzer llegaban al Rio Mosa, un día después Roomel tenía dos cabezas de puente al otro lado del río. Un día después, el 14 de mayo, el General de las Panzertruppen Heinz Guderian, comandante del XIX Cuerpo Alemán, conquistaba la ciudad francesa de Sedan: “La caída de Sedán, con todas sus reminiscencias de la rendición de Napoleón III, aterró a los comandantes franceses” (Beevor, 2012, p. 156)

El 19 de mayo, el General alemán Erwin Von Witzleben, al mando del 1º Ejército abrió una brecha en la línea Maginot, impidiendo que las divisiones francesas apostadas en esa zona acudieran a rescatar a sus compatriotas franceses atrapados en el norte del país. Ese mismo día, fue el último en el que Gamelin ostentó el mando del ejército de su país, el Gobierno francés asistió a una misa en Notre Dame para implorar la intervención divina (Beevor, 2012, p.176). El 10 de junio del mismo año, lo que quedaba del Gobierno francés declaró a la capital de Paris abierta, para evitar su destrucción y, el 14 de junio de 1940, París cayó en manos de los alemanes.

Bundesarchiv Bild 101I-769-0236-23, Frankreich, Panzer 35t und Panzer IV.jpg
Panzer 35t y Panzer IV en Francia. Bundesarchiv Bild 101I-769-0236-23.

En medio de la batalla de Francia, hubo cambios de mando, siendo reemplazado Maurice Gamelin por Maxime Weygand, que arribaba de Siria (bajo control francés desde 1918), como Ministro de Defensa el 19 de mayo de 1940:

[…]la elección de este monárquico como sustituto de Gamelin resultaba cuando menos sorprendente, pues Weygand detestaba a Reynaud, que era quien lo había nombrado. Pero el primer ministro francés, desesperado, intentaba agarrarse a los símbolos de una victoria nacional, como Pétain y Weygand, quien, en calidad de ayudante del mariscal Foch, había quedado asociado al triunfo final de 1918

(Beevor, 2012, p.177).

Uno de los actos de este nuevo general, fue promover al coronel Charles de Gaulle a general. No obstante, Paul Reynaud cometió un error político fatal: el 17 de mayo de 1940, envió un legado a Madrid con el objetivo de convencer a Philippe Pétain, por entonces embajador francés en la España de Franco, para que aceptara el cargo de viceprimer ministro. Como vencedor de Verdún, el prestigioso mariscal estaba envuelto en una aureola de heroicidad. Pero, al igual que Weygand, a sus ochenta y cuatro años le preocupaba más una posible revolución y la consecuente desintegración del ejército francés que la perspectiva de guerra por los británicos (Beevor, 2012, p.173).

Ven y Mira: Locura, ruido, rostros.

No pasaría mucho tiempo antes de que, Pétain y Weygand maniobraran para lograr rendir a Francia del conflicto bélico. Un detalle a considerar es que Petáin había sido héroe en la Gran Guerra por haber motivado a las tropas galas a resistir en la Batalla de Verdún y permitir un trato más digno a los soldados. En este contexto, Charles de Gaulle partió a Inglaterra y proclamó la resistencia y la creación de un gobierno en el exilio, lo cual fue apoyado en su momento por el gobierno de Inglaterra y, posteriormente, Estados Unidos.

Como cereza del pastel, el no haber mantenido la resistencia a pesar de tener múltiples territorios coloniales y rendido al ejército a pesar de poder continuar la lucha en otro lugar, solo mostró lo endeble que estaba realmente Francia en ese momento.

File:Bundesarchiv Bild 101I-126-0350-26A, Paris, Einmarsch, Parade deutscher Truppen.jpg
Tropas alemanas desfilan por París.

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Autor

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Licenciado en Historia por la UNAM, concluyó sus estudios de Maestría en Historia por el Instituto de Estudios Universitarios. Investigador, Referencista, Fundador y Co Administrador del Sitio de Difusión y Consultoría Historia Contemporánea.

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Licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma De Chihuahua.

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