El bombardeo a Dresde ¿Un crimen de guerra?
Entre el 13 y 15 de febrero de 1945, un aproximado de 796 bombarderos de la Royal Air Force y 316 de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos lanzaron casi 4.000 toneladas de explosivos sobre la ciudad de Dresde, capital de Gau. Durante el bombardeo perecieron entre 25 mil y 35 mil personas a causa de las bombas de alto poder explosivo e incendiarias
El largo camino de regreso para un soldado de la Gran Guerra
Dresde era la séptima ciudad más grande de Alemania y era un importante nudo ferroviario, por la cual tuvo una importante afluencia de refugiados del Oeste, tropas y trabajadores. Además, fue una ciudad que se desempeñaba normalmente (según el contexto de la Alemania nazi). Por lo tanto, allí hubo una gran presencia de sitios vitales de fabricación, comunicaciones y servicios de gran importancia para la guerra.
Al ser una ciudad caracterizada por un gran número de edificios civiles y excepcional belleza, los hechos acaecidos entre el 13 y 15 de febrero siguen siendo un asunto que desencadena debates morales y legales (Taylor, 2004). Aun así, de acuerdo con las pautas de la época, se trataba de un objetivo militar legítimo. Asunto que explicamos de manera general durante el presente artículo.
Sobre la regulación de la guerra aérea
Uno de los debates legales sobre el bombardeo de Dresde es: si este puede ser visto cómo un crimen de guerra, ya que, según algunos, se trataba de un área civil sin objetivos legítimos militares; y que por lo tanto, se encontraba “prohibido” de acuerdo a las “normas” de la guerra aérea del momento.
No obstante, aquí es importante mencionar que, de acuerdo con la CICR:
“durante la Segunda Guerra Mundial, no existió ningún acuerdo, tratado, convenio, etc. que regulara la protección de la población civil o de sus bienes, pues los Convenios tan sólo habían contemplado la protección de heridos, de enfermos en campaña y en la guerra marítima, buques hospitales, leyes y usos de la guerra y protección de los prisioneros de guerra.”
CICR
De hecho, no fue hasta 1949 que se tipificaron expresamente las restricciones relativas a la guerra aérea.
No obstante, la ausencia de derecho positivo, en este caso convencional, no faculta el uso de medios, tácticas y técnicas sin ningún tipo de sometimiento: “El derecho natural, por un lado, el consuetudinario, por el otro, y la normativa relativa a los ataques aire/superficie, contemplados inspiraron la limitación de los medios, usos y modos de la guerra aérea” (CICR). Un ejemplo de ello, fue el Reglamento relativo a las leyes y costumbres de la guerra terrestre (Haya-1907) y la convención II de la haya de 1899 relativa a las leyes y usos de la guerra.
En la Haya, en 1899, se dejó por sentado que se prohibía el lanzamiento de proyectiles y explosivos desde lo alto de globos o por medios análogos nuevos. Esto tuvo una limitación temporal de cinco años; y fue alentado por la necesidad de cubrir un vacío en el momento, junto a la escasa precisión de los medios aéreos para alcanzar los objetivos. En consecuencia, las probabilidades de generar daños colaterales eran muy elevadas. Además, se debe resaltar que en normativa no tenía en cuenta la discriminación entre combatientes y no combatientes (civiles), así como en objetivos militares y culturales, entre otros.
Para 1907, también en la Haya, se señaló que estaba prohibido atacar o bombardear, cualquiera que sea el medio que se emplee: ciudades, aldeas, habitaciones o edificios que no estuviesen defendidos y/o fortificados. También, en 1923, se buscó identificar las reglas de la guerra aérea, a partir de la aplicación una serie de supuestos en el que la normativa de la guerra terrestre sería aplicada a la guerra aérea. Ello fue contraproducente, ya que generó una serie de lagunas y vacíos insuperables hacia circunstancias relativas de la guerra aérea, lo que llevó a que no entrara en rigor; y a pesar de su influencia, nunca llegara a ser un instrumento vinculante
En este sentido, pese a que la guerra aérea no estaba tipificada, mediante el derecho consuetudinario (normas jurídicas que no están escritas, pero se cumplen porque en el tiempo se han hecho costumbre cumplirlas) los ataques a objetivos civiles sin importancia militar podían ser considerados como violaciones a los usos y costumbres de la guerra.
Claro esta, ello depende de si estas normas forma parte intrínseca de sus sistemas sociales y económicos, así como su forma de vida y, por lo tal, son compartidas colectivamente por la sociedad. Siendo así, estas normas jurídicas que se han hecho costumbre cumplirlas mediante su uso repetitivo y generalizado, solo puede considerarse como tal si se trata de comportamiento realizado por todos los miembros de una comunidad, a largo plazo, y que es visto como un acto de obligatoriedad.
Sumado a lo anterior, en junio de 1938, Neville Chamberlain, Primer Ministro de Gran Bretaña, expuso ante la Cámara de los Comunes lo que consideraba tres principios de los usos y costumbres de la guerra aérea, los cuales tomaron cuerpo en septiembre del mismo año mediante resolución de la Sociedad de Naciones, como una reacción ante las acciones de la Fuerza Aérea italiana durante la invasión a Etiopía, de la Luftwaffe durante la Guerra Civil española y de la Fuerza Aérea japonesa durante la invasión a China:
- el ataque directo en contra de la población civil es ilegal;
- los objetivos de un bombardeo aéreo deben ser legítimos e identificables blancos militares;
- deben adoptarse razonables cuidados al atacarse objetivos militares con el objeto de evitar bombardeos a las poblaciones civiles de los alrededores.
Esto resultó tener una serie de filtraciones, ya que una acción aérea en la que se prevean víctimas civiles podía ser aceptable (incluso en los casos del “bombardeo de precisión de la IIGM) cuando representan un producto secundario del bombardeo por áreas. Esto puede verse como un eufemismo de la Segunda Guerra Mundial, equivalente al moderno «daño colateral» (Taylor, 2004)
¿Un objetivo legitimo?
Sabiendo que hubo normas prohibitivas en torno al uso y las costumbres de la guerra aérea, podemos pasar a mencionar si Dresde fue o no un objetivo legítimo. Para afirmar tal cosa, a partir de lo anterior, es necesario reconocer si era una ciudad que no estaba defendida y no tenía blancos militares legítimos e identificables y, por lo tanto, era un objetivo civil sin importancia militar. Pero ¿fue realmente así?
Como se mencionó en un principio: Dresde fue una ciudad que se desempeñaba en el esfuerzo de la guerra alemán durante IIGM y, por las pautas de la época, se trataba de un objetivo militar legítimo, ya que tenía una serie de blancos militares identificables. De acuerdo con un informe del Oberkommando der Wehrmacht, (como se cita en Taylor, 2004): en 1944 hubo 127 fábricas y talleres medianos y grandes que fabricaban material para uso militar; y de acuerdo a un informe desclasificado de los Estados Unidos de 1978: hubo 110 fábricas y 50.000 trabajadores dedicados al esfuerzo bélico alemán.
Entre otras muchas, había fábricas de componentes aeronáuticos, la fábrica de gas (de Chemische & Goye), una fábrica de cañones antiaéreos y de infantería (Lehman), una fábrica de dispositivos ópticos utilizados para apuntar a los tanques (de Zeiss Ikon AG), y en general, fábricas para la producción de material eléctrico y de rayos X (Koch & Sterzel AG), así como engranajes y otras piezas de automóviles (Saxoniswerke) y medidores eléctricos (Gebrüder Bassler). También hubo un tanque de almacenamiento de municiones y cuarteles para albergar a los soldados. (Ross, Stewart, 2003). De hecho, en marzo de 1944, el propio informe dirigido al Rüstungskommando (Comando de Armamentos) regional de Dresde declaró que el 96 % de su producción era para el Alto Mando de la Wehrmacht.
Además, de acuerdo con Angell (1953), la ciudad era el tercer nudo ferroviario de transbordo más importante de Alemania. En ella se cruzaban las líneas Berlín-Praga-Viena, Múnich-Breslau-Varsovia y Leipzig-Hamburgo. De hecho, el coronel estadounidense Harold E. Cook y prisionero de guerra en Dresde, fue sacado al patio de maniobras de la estación de Friedrichstadt la noche antes de los ataques y manifestó:
“vi con mis propios ojos que Dresde era un campamento armado; miles de soldados alemanes, tanques y artillería y millas de vagones de mercancías cargados con suministros apoyando y transportando la logística alemana hacia el este para encontrarse con los rusos”.
(Simon & Schuster, p. 435)
Ya que Dresde poseía blancos militares identificables, no es difícil afirmar que era un objetivo legítimo. ¿Pero acaso era una ciudad fortificada y defendida? La ciudad estaba dentro del sistema nacional de defensa antiaérea, específicamente bajo la responsabilidad del Luftgaukommando IV, quien gestionaba todo el espacio aéreo del Gau. Para 1939, este contó con 20 mil hombres y cerca de 252 cañones antiaéreos de todo tipo en la ciudad y, además, con infraestructuras y equipos para el entrenamiento de fuerzas militares.
No obstante, para 1945 este número de cañones había disminuido:
“las escasas defensas de artillería antiaérea de la ciudad, muchas de ellas armas ligeras y piezas capturadas a los soviéticos de las que no tenían un alto concepto, fueron desmanteladas y enviadas fuera, algunas hacia el oeste, con destino a los distritos industriales del Ruhr sometidos a intensos bombardeos, y otras a la frontera este, que sufría una dura presión”
(Taylor, 2004).
A falta de antiaéreos, los alemanes optaron por fortificar la ciudad con búnkeres y refugios, que tenían como prioridad albergar a los trabajadores de la industria y los soldados, ante una población de casi tres cuartos de millón de habitantes.
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Siendo así, pese a que Dresde contó con una pobre defensa antiaérea para 1945, en ella hubo gran presencia búnkeres, fortalezas y personal militar, así como equipo e instalaciones para su entrenamiento. Por ello, se puede afirmar que la ciudad estaba defendida y había una presencia militar en la zona, por lo que, era un objetivo militar valido. Aún así, se debe resaltar que las tripulaciones de los bombarderos aliados, acostumbrados a pérdidas horrorosas sobre Alemania durante los tres años anteriores, se impresionaron por las pocas perdidas de sus aeronaves y la poca presencia de la Luftwaffe durante los días del ataque.
Las cifras
Uno de los temas más controversiales del bombardeo en Dresde es su cifra de víctimas. El historiador David Irving en su libro “La destrucción de Dresde, el verdadero holocausto” menciona que las víctimas oscilan entre 100 mil y 300 mil. Estas son usadas a modo de estandarte por partidarios neo nazis y personas que niegan el Holocausto, con el fin de acusar a los aliados de “verdaderos genocidas”. Pero la pregunta es: ¿de dónde provienen estas cifras?
El primer recuento de víctimas de Dresde lo hicieron las autoridades locales germanas, las cuales estimaron unos 15 mil fallecidos y entregaron dicho informe al ministerio de propaganda dirigido por Goebbels. El ministro pensó que las cifras eran pocas e infló el número. Esto para dar un flamante discurso a los alemanes, acusando a los británicos de un crimen atroz contra civiles de Alemania, indefensos.
El discurso de Goebbles fue eficaz, hasta el punto de que al día de hoy este dato es considerado como acertado; pero también fue eficaz en ese momento, ya que tras el discurso se logró una grieta entre británicos y estadounidenses en su disputa sobre cómo utilizar los bombardeos. Por un lado, los británicos, junto a Winston Churchill, fueron partidarios del bombardeo de área contra grandes urbes alemanas; su principal defensor era el comandante del Bomber Commando Arthur “el carnicero” Harris, apodo puesto por los mismos aliados. Por otro lado, los estadounidenses fueron partidarios del bombardeo de precisión enfocado en destruir la industria y objetivos militares específicos.
Luego de Dresde hubo una tormenta en la cumbre de mando de ambas fuerzas aéreas. Incluso Churchill se mostró reacio a continuar con los bombardeos de área luego de Dresde. De hecho, Dresde causó una fuerte impresión en la opinión pública británica y estadounidense, la cual fue uno de los motivos por los que Churchill perdió las elecciones en julio 1945.
Aun así, para aclarar las cifras, en el año 2010, se formó una comisión histórica para investigar en profundidad los números de las víctimas de Dresde. Entre los historiadores se encontraban Thomas Widera, un investigador de 62 años que ha publicado libros sobre el bombardeo; es uno de los mayores especialistas vivos sobre el tema. Después de 5 años de investigación, esta comisión determinó que el número de víctimas se encontraba alrededor de las 25.000 víctimas fatales.
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Pero aparte de todos los datos, se puede usar un poco de lógica al compararlo con otros bombardeos, como es el bombardeo más letal de toda la historia: el Raid de Tokio. Este comenzó en noviembre de 1944 y continuó hasta el 15 de agosto de 1945. Las casas de la ciudad de Tokio, por entonces eran en su mayoría de madera, por lo que la letalidad de las bombas incendiarias fue mucho mayor; en tal Raid se estima que murieron entre 100.000, y 150.000 japoneses y más 1 millón perdieron sus hogares. Entonces, ¿Cómo es posible que en tres días (13 de febrero al 15 de febrero) de bombardeo en Dresde fallecieron casi 300.000 personas? Es más, el mayor bombardeo sufrido por Alemania fue el de la operación Gamorra, cuando se bombardea Hamburgo donde mueren más de 45.000 alemanes. Esto es dicho por la totalidad de historiadores que tratan el tema, así que, ¿Por qué hay algunas figuras que siguen insistiendo en la cifra de 200 mil, 300 mil en Dresde?
Un asunto moral
Las bombas incendiarias sobre la ciudad objetivo de Dresde, destruyeron completamente más de 20 kilómetros cuadrados de su centro histórico y se perdieron entre 25 mil y 35 mil vidas. Pese a los debates, este hecho, muy probablemente, no puede ser catalogado como un crimen de guerra, ni mucho menos como ataques terroristas o derivados, al haber tenido objetivos militares identificables.
Sin embargo, la anterior reflexión, como expone Taylor (2004), no significa pasar al otro extremo y afirmar que Dresde «merecía» ser destruida, sino que, de acuerdo con las pautas de la época: la cuestión sería saber si las ciudades enemigas, que necesariamente albergaban un gran número de edificios civiles y hermosos, a la vez que varios sitios vitales de fabricación, comunicaciones y servicios de gran importancia para los esfuerzos de guerra de la nación, debían ser bombardeadas a pesar de la probabilidad de ocasionar una elevada cantidad de víctimas entre los no combatientes.
Ven y Mira: Locura, ruido, rostros.
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Autor
Licenciado en Ciencias Sociales, docente de Historia en la educación básica primaria y secundaria, y educación media en Colombia. Editor y redactor en Guerra Total.