Punto Culminante de la Ofensiva. Caso Operación Barbarroja e Invasion al Cáucaso

Resumen

El “Punto culminante de la Ofensiva”, un concepto que ha sido tratado desde el siglo XVIII, y refinado teóricamente en las últimas décadas, es una de las cuestiones más primordiales en las acciones ofensivas de las campañas bélicas y en los diseños operacionales, cuya amplitud no solo abarcan a las unidades de acción ofensiva, sino esta integrado, e incluso, influenciado por los elementos logísticos que motivan a su aparición de manera drástica o progresiva en dependencia con el contexto espacio-tiempo. Es así que, en los siguientes párrafos, vamos a esclarecer su concepto teórico empleando el significado de cada palabra de la frase estudiada, para luego exponer una breve recopilación sobre sus premisas más antigua hasta las últimas concepciones de su significado, que aumentan más la complejidad de su estudio. Y, por último, seleccionaremos dos ejemplos de la Segunda Guerra Mundial que nos permita comprender los factores que permitieron la aparición del “Punto culminante de la Ofensiva”.


Conceptos previos

Antes de poder extendernos acerca del concepto propiamente dicho del “Punto Culminante de la Ofensiva”, debemos descubrir la significancia de las palabras que componen la frase para poder centrar y entender de manera adecuada la intención dada a las nociones brindadas por los estudios posteriores. Los significados de las palabras “Punto”, “culminante” y “Ofensiva” no son tan solo simples palabras que integran una semántica simple frente a un contexto dado, sino son una integración de intenciones que dan fuerza a un concepto militar engranado por diversas acciones, cuyo desarrollo interpretativo nos guiará a su significado verdadero.

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La palabra “Punto”, mencionado muchas veces por von Clausewitz, cuyo libro será nuestra principal fuente para poder interpretar el presente trabajo, tiende a presentar una referencia, mayoritariamente, hacia el escenario o eventualidad de un contexto dado dentro de un Plan de Guerra, entendido como un engranaje de acciones. Es decir, este es un momento de espacio y tiempo específico dentro de todo el plan de operaciones, cuyo entendimiento se ve claramente cuando expresa:

Más allá de este punto cambia de marea y sobreviene el contragolpe…” (Clausewitz, 1977, p.19) o “el enemigo llegue a un punto en que su objetivo político no tenga una adecuada compensación, y en este punto tenderá por tanto a abandonar la lucha…” (Clausewitz, 2002, p.24).

Clausewitz, 2002

Agregado a esto, el concepto de esta palabra también puede ser entendida con las referencias dadas por los diccionarios de la época en que se escribió el libro de von Clausewitz; en el “Diccionario Universal español-latino” de Manuel de Valbuena, se expone una de las muchas referencias dadas a esta palabra, siendo la que nos importa como “El principio o elemento de la magnitud, el término o estreno de la línea, que solo tiene posición y no dimensión alguna” y “momento, instante” (Valbuena, 1822, p.866), donde la atención principal se centra en el tiempo específico de un desarrollo.

Y para evidenciar su significado en los años posteriores, sin alejarnos mucho del siglo XIX, encontramos que en el “Diccionario completo de la lengua española” de Manuel Rodríguez Navas, esta palabra sigue haciendo referencia a “instante, porción pequeña de tiempo” y “parte mínima de alguna cosa”, haciéndose notar, nuevamente, la dimensión temporal de una secuencia. (Rodríguez, 1906, p.1202).       

La palabra “Culminante”, en su aceptación de adjetivo, encontramos que tiene:

  • un significado de “elevado, encumbrado y “superior, sobresaliente”,
  • y en la forma verbal, culminar, como “elevarse, encumbrarse”, relacionado al latín culmen “cima” (Navas, 1906, p.433), cuyo concepto en la guerra nos la da von Clausewitz, de una manera más precisa, como el término de una campaña, en la cual, “se buscaba alcanzar el punto donde él podía simplemente mantenerse en estado de equilibrio…” (Clausewitz, 1977, p.106), dando un mayor significado a una situación límite de una acción.

Respecto a la palabra “ofensiva”:

  • Valbuena expresa: “lo que ofende ó puede ofender” y “se aplica al arma que sirve para ofender” (Valbuena, 1822, p.740), dándole una connotación de ataque.
  • Y ya von Clausewitz hace referencia, más precisamente, como una estrategia de batalla que: “maniobra para desbordar o envolver y, en consecuencia, también para ganar la iniciativa” (Clausewitz, 1977, p.23), teniendo un significado más amplio que un simple ataque, integrado por la capacidad de una estratagema.

El Punto Culminante de la Ofensiva

Ya una vez advertidos sobre los conceptos de estas tres palabras, abordemos el desarrollo del concepto de la expresión completa de la frase “Punto culminante de la Ofensiva”. Esto desde su desarrollo inicial hasta los conceptos dados por los estudios militares posteriores. Debemos advertir que no pretendemos realizar una seriación cronológica sobre su empleo; queremos destacar las nociones más importantes que desarrollan su significado, como una valoración conceptual de su estudio, que tanto ha servido a las academias de investigaciones militares.

Imagen 1: Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz, teórico militar prusiano. Fue el primero quien propondrá las bases teóricas para el concepto del Punto Culminante de la Ofensiva, llamándolo Punto culminante de la Victoria. (Wach, C. (s/f). Carl von Clausewitz (1780–1831. Dominio Público).

De esta manera, encontramos que el “Punto Culminante de la Ofensiva” era denominado como “Punto culminante de la Victoria”. Este apelativo es dado por von Clausewitz, quien, desarrollando su teoría de guerra sobre las fuerzas terrestres, lo menciona como el momento donde la “preponderancia de la suma de todas las potencias materiales y morales”(Clausewitz, 1977, p.97). Así generan la victoria; llegan a su límite máximo de actuación, muy cerca al objetivo deseado, debido al factor decreciente de las fuerzas.

Este concepto también puede ser entendido dentro de una visión más inferior. Esto cuando se desarrolla el concepto de “Punto culminante del ataque”: “las fuerzas de ataque que quedan, alcanzan ajustadamente para mantener una defensiva y esperar la paz…” (Clausewitz, 1977, p.19). Ello nota que la superioridad real de las fuerzas, materiales y morales están disminuyendo, respecto a su ataque inicial; pero aún sigue siendo parcialmente superior frente al enemigo.

Por lo tanto, el “Punto culminante de la ofensiva” es un contexto de espacio y tiempo, donde el poder ofensivo llega su capacidad límite de ataque. Esto para seguir continuando el avance a los objetivos de conquista deseados, debido a la inferioridad de fuerzas del atacante y la continuidad decreciente de estos,. En consecuencia, este pasa a un acto de defensa o pausa operacional.

Pero los estudios de los siglos posteriores han permitido la aparición de nuevos niveles conceptuales. Esto debido al desarrollo del diseño operacional. Su mecanismo metodológico planificado sobre los problemas militares y el empleo de un análisis en el campo visual y descriptivo para las soluciones (Barrales, 2013; Arancibia, 2107), ha vinculado el “Punto culminante de la ofensiva” en algunos niveles conceptuales.

Dichos niveles son clasificados en tres, denominados como niveles de conducción (Barrales, 2013):

  1. Nivel estratégico y estratégico militar: donde la ofensiva desarrollada se encuentra en una pausa estratégica en un nivel superior de los teatros de operaciones, vinculados a la dimensión política, económica y militar.
  2. Nivel Operacional: Se desarrolla una pausa operacional que es atendida en el teatro de operaciones, que a menudo se traduce en acciones defensivas.
  3. Nivel Táctico: Se resuelve en una “pausa de combate”, de índole defensivo en el campo de batalla.

Para mayor precisión de las causas que generan esta capacidad límite de ataque o pausa operacional, enunciaremos los principales factores que contribuyen a la erosión de la ofensiva. Según von Clausewitz (1977, p.12), entre estos se encuentran, combinando tanto el Punto Culminante del Ataque y el Punto Culminante de la Victoria:

  1. La ocupación del territorio, convirtiéndose en hostil.
  2. Las acciones de establecer puntos defensivos en las líneas de comunicación y los abastecimientos.
  3. Las bajas de unidades militares y las enfermedades.
  4. La distancia entre la línea de batalla y las fuentes de abastecimiento y de refuerzos.
  5. Los asedios y bloqueos de las fortalezas durante el avance por el territorio enemigo.
  6. El relajamiento de las fuerzas.
  7.  La separación de los aliados.

Sumado a esto, Barrales (2013, p.95), basándose en la clasificación de los tres niveles de conducción, agrega más detalladamente otras causas que limitan la ofensiva:

  1. Erosión de la voluntad nacional de luchar.
  2. Disminución del apoyo popular.
  3. Aislamiento y condena internacional.
  4. Cuestionamiento de las legitimaciones de acción.
  5. Incapacidad industrial de los recursos necesarios para la guerra.
  6. Ruptura de alianzas, entre otras.

Y para no dejar espacios vacíos respecto a la depresión de la ofensiva, se señalan unos últimos elementos (Kenny, Locatelli, Zarza, 2017, p.102; Tolmos Mantilla, 2015, p.183), que a simple vista no son advertibles, y que sustentan el vínculo entre los factores mencionados:

  • Estrangulamiento de la cadena logística.
  • Agotamiento físico, psicológico o moral de las unidades de batalla.
  • Elevado ritmo de desgaste de los medios.
  •  Falta de inteligencia adecuada.
  • Factores ambientales.
  • Perdida de la iniciativa.

Ya conociendo los fatores que disminuyen el poderío inicial de la ofensiva, ahora se puede comprender adecuadamente la suma importancia de su estudio detallado dentro del diseño operacional. von Clausewitz insistía en que

Sobrepasar este punto, más que un gasto inútil de fuerzas, que no conducen a ningún resultado ulterior, es un gasto ruinoso, que provoca reacciones y esas reacciones son siempre de efectos desproporcionados, como lo demuestra la experiencia universal.”

(Clausewitz, 1977, p.106).

No obstante, pese a los estudios sobre su aparición precisa en el teatro de operaciones, no siempre es reconocible, ni perceptible. Esto debido a la dinámica operacional. Es por esto que, siguiendo los lineamientos de Tolmo Mantilla, se debe tener “mucha pericia y experiencia por parte del comandante” (Tolmos Mantilla, 2015, p.181). Así se pronostica las condiciones cambiantes del teatro de operaciones, cuya logística y nivel de conducción interrelacionadas dan reflejos de su aparición.


Ejemplos de la Segunda Guerra Mundial respecto al Punto Culminante de la Ofensiva

Pasaremos a abordar dos ejemplos que permitan reconocer los factores, que integran la aparición de este punto; y las consecuencias que repercutieron en el diseño operacional, con el fin de precisar mucho mejor en el campo de la práctica. Para ello, hemos seleccionado dos niveles con sus respectivos ejemplos:

-Nivel estratégico y estratégico militar: Ofensiva del Grupo de Ejércitos Sur en la Operación Barbarroja en 1941.

-Nivel Operacional: El ataque del Grupo de Ejércitos A en la invasión al Cáucaso en 1942.


Nivel estratégico y estratégico militar

Como parte del principio del lebensraum ya establecido y la necesidad de expandirse al este por los recursos naturales que tanto necesitaba, el domingo 22 de junio de 1941 se dio inicio a una de las operaciones más complejas en extensión territorial que pudo tener la Wehrmacht, la Operación Barbarroja, dejando al aire el “Pacto Ribbentrop-Molotov”, que aseguraba la amenaza del fascismo en el este, pero que ahora se volcaba inminentemente contra la Unión Soviética desde tres frentes de batalla ya planificadas con anterioridad.

Los 3 millones de soldados, 3.300 tanques, 600.000 vehículos de diversos tipos, 7.000 elementos de artillería, 2.770 aviones y 625.000 caballos (Time-Life Books, 2008, p.17) estaban repartidos en 3 grandes Ejércitos: el Grupo de Ejércitos norte, el Grupo de Ejércitos Centro y el Grupo de Ejércitos Sur, que mediante ataques contundentes y aplicando la táctica de la Blitzkrieg debían ocupar en un periodo de tiempo relativamente corto los objetivos de Leningrado, Moscú y Kiev (Kirchubel, 2007).

De esta manera, y siguiendo los objetivos parcialmente establecidos, el Grupo de Ejércitos Sur, al mando del experimentado mariscal de Campo Gerd von Rundstedt, inició el avance al escuchar la palabra en clave “Wotan” para apoderarse de los ricos campos agrícolas e industriales de Ucrania, destinados a ser el sustento de la máquina de guerra.

En un primer momento, este grupo avanzó rápidamente y abrió camino con las puntas de lanza de las Divisiones Panzer hasta penetrar unos 80 kilómetros en territorio ucraniano mediante algunas breves batallas seguidos por numerosos embolsamientos de grandes cantidades de infantería del Ejército rojo.

En los días continuos, hasta la primera semana de agosto, se abatía la línea defensiva “Stalin” y se cerraba completamente la bolsa de Umán, cuyos prisioneros capturados serían los primeros en ser visto por Hitler (Time-Life Books, 2008). Con algunos empujes audaces, el 19 de septiembre conquistaban la ciudad de Kiev mediante un espléndido cerco de unos 210 km, a lo que Hitler lo llamaría: “la batalla más grande de la historia” (Time-Life Books, 2008, p.88). El avance continuaba con la toma de la ciudad de Jarkov el 24 de octubre y Crimea, el 30 de octubre.

Estas continuas victorias y conquistas de los principales territorios de la URSS, sucedidos entre junio y octubre de 1941, puede ser entendida, inicialmente, por dos elementos importantes que presentaba la Wehrmacht al inicio de la campaña, que tuvieron un efecto parcial en el empuje de la invasión:

  • El primero se debía al factor de la moral alta en el campo de la experiencia militar desde la voluntad del soldado alemán hasta el despliegue táctico del diseño operacional, contribuido en la campaña de Polonia, Noruega, Francia, los Países Bajos, Yugoslavia y Grecia (Campbell, 2014).
  • El segundo factor se debía al empleo de las unidades motorizadas, blindadas y aéreas, cuyo prestigio se había ganado en Francia y los Balcanes, y una combinación de armas a manera de una sola unidad de ataque, que se traducía en el campo de batalla como la Blitzkrieg.

Sin embargo, la combinación de ambos factores no pudo tener una presencia completa, como desde las primeras semanas de la campaña, sino que el desgaste apremiado por las luchas continuas por cada kilómetro de terreno, que consumían una cantidad considerable de recursos, desgastaba la línea de avance del Grupo de Ejércitos Sur. Ya los estudios preliminares proyectaban que las puntas de lanzas acorazadas avanzarían desmedidamente.

Esto debido a la ausencia de un objetivo estratégico unificado, dejando a las unidades de infantería por detrás, convirtiendo el proceso de abastecimiento una circunstancia complicada, ya que se añadía la inexistencia de carreteras adecuadas para los transportes y la gran cantidad de caballos, donde solo el 3% de caminos de la URSS occidental estaba asfaltada, y el resto debía ser limpiado de fuerzas enemigas y remodelado para las unidades de transporte Grosstransportraum (Kirchubel, 2007, p.16, 25; Time-Life Books, 2008, pp.22-23).

Además, a esto se le sumaba que la gran operación al este no estaba en condiciones generalmente favorables en la esfera industrial para una guerra total, porque a medida que pasaban los meses, los tanques y camiones dejados fuera de servicio no podían ser sustituidos rápidamente, y para desalentar los avances germanos, la resistencia soviética comenzaba a crecer (Time-Life Books, 2008, pp.25).

Evidencia de estas adversidades se encuentra en los días finales de julio, donde ya se había alcanzado la pausa logística y el trabajo de la distribución de los suministros comenzaba a ser ineficiente. El Grupo de Ejército Sur solo contaba con dos vías ferroviarias, en vez de una vía para cada Ejército, y de los 24 trenes diarios que se prometía, solo llegaban 12 trenes, cuyo cargamento, en ocasiones, solo se cargaba a la mitad (Kirchubel, 2007, p.52).

Con respecto a la cantidad de combustible para las unidades blindadas y motorizadas, se descubrió que la demanda incrementaba alarmantemente; tan solo para las unidades motorizadas, su uso de 23.520 litros por día empleado en los primeros días de la invasión, se elevó a 50.000 litros por día (Campbell, 2014, p.72). Esto provocó numerosas pausas en el avance que comenzó críticamente desde agosto, cuando las fuerzas rumanas e italianas sintieron la falta de suministros.

Y en octubre, cuando las fuerzas de Guderian avanzaban con medidas ingeniosas para el ahorro del combustible (Time-Life Books, 2008, pp.113), hasta que a finales de noviembre, las proyecciones de avance solo eran exitosas en el papel; Von Manstein reconocía un desastre logístico entre el Dniper y Sebastopol y el incremento de la resistencia soviética (Kirchubel, 2007, p.75).  

La resistencia del Ejército Rojo aumentaba a medida que el Grupo de Ejércitos Sur penetraba en la URSS, y esto era sentido por la Heer, tal como describe el soldado Schutze Benno Zeiser cuando regresó del frente:

 “fue bastante lúgubre. Los rojos luchaban desesperadamente y habíamos tenido grandes pérdidas. De todos modos, el avance progresaba velozmente, pero a un precio que dejaba claro que no sabíamos cuánto tiempo sería todo ya que, aparte de cualquier otra cosa, los rusos tenían más hombres que nosotros, muchos más.”

(Kirchubel, 2007, p.13)

Y para los últimos días de noviembre, las pausas imprevistas eran común, siendo uno de los casos más notables el avance hacía la península de Crimea, donde la fuerza aérea soviética y la Flota del Mar Negro aumentaba hasta el punto de realizar operaciones anfibias. Tal fue la impresión de esta resistencia, que el antiguo líder de grupo-SS, Max Simon, comentaba:

 “…la razón (para que los alemanes fracasaran en el este) no radicaba en el terreno y el espacio, ni en la oposición de la fuerza aérea o la artillería, no pueden haber sido factores decisivos el mero número o las armas. La habilidad de la infantería rusa que enfrentó fanáticamente cada pie de nuestro avance fue la principal, quizás única razón

(Kirchubel, 2007, p.73)   
Imagen 2: Una pequeño blindado entra a la ciudad de Rostov el 22 de noviembre de 1941. Esta ciudad industrial se convertiría en el área donde aparecería drásticamente el Punto culminante de la Ofensiva del Grupo de Ejércitos Sur (obtenido de: https://momentosdelpasado.blogspot.com/2017/10/raras-fotografias-operacion-barbarroja.html).

De esta manera, el avance continuaba, y los recelos de los principales generales del Grupo de Ejércitos Sur se hacían evidenciar, aunque solo en círculos cerrados, hasta que llegó a un punto donde nadie podía ignorar el desgaste de las divisiones, siendo el mariscal de campo von Rundstedt y el coronel general von Kleist quienes comprendieron que el punto culminante de la ofensiva ya había sido excedido en la captura de la ciudad de Rostov el 20 de noviembre.

Allí las fuerzas alemanas ya no tenían una elevada cantidad de tanques, municiones y unidades de infantería que protegieran un frente de 100 kilómetros de extensión (Time-Life Books, 2008, pp.124). Esta alarma dada provocó en la separación de von Rundstedt y el repliegue de las últimas fuerzas hasta el río Mius, desde donde tendrían que contener el empuje brutal de la contraofensiva del mariscal soviético Timoshenko (Kirchubel, 2007, p.81).

Es así que, para comprender los factores que mermaron el empuje ofensivo del Grupo de Ejércitos Sur, tenemos los siguientes indicadores que se presentaron desde el inicio de la Operación Barbarroja, el 22 de junio de 1941, hasta la captura de la ciudad de Rostov, el 20 de noviembre de 1941:

  1. La ocupación del territorio, convirtiéndose en hostil.
  2. Las bajas de unidades militares y las enfermedades
  3. La distancia entre la línea de batalla y las fuentes de abastecimiento y de refuerzos.
  4. Incapacidad industrial de los recursos necesarios para la guerra
  5. Estrangulamiento de la cadena logística.
  6. Agotamiento físico, psicológico o moral de las unidades de batalla.
  7. Elevado ritmo de desgaste de los medios.

Nivel operacional

En julio de 1942 ya se tenía planeado otra ofensiva en el este, cuya envergadura se proyectaba en la directiva N°45 del 23 de julio de 1942, y no era más que la Operación Edelweiss, la conquista de los pozos petrolíferos de Grozny, Maikop y Baku, del territorio del Cáucaso, el oro negro de la maquinaria alemana. Sin embargo, desde un inicio, las proyecciones de una logística inadecuada ya se hacían notar, tal como lo mencionaba el jefe de la sección de Defensa Nacional del Alto Mando de las Fuerzas Armadas alemanas, Walter Warlimont: “nuestro potencial de guerra es menor que en la primavera de 1941…” (Shaw, 1995, p.28).

Y no solo eso; algunas de las divisiones alemanas se encontraban en una falta de preparación y carencia de suministros debido a un golpeado sistema económico. Pero pese a esto, lograron acumular una fuerza numerosa para la Heer, que serían comprendido bajo el nombre de Grupo de Ejércitos A, compuesto por el 1 Ejército Panzer del general Ewald von Kleist y el 17 Ejército del general Richard Ruoff, acompañados de otras unidades auxiliares extranjeras.

El inicio de la ofensiva comenzó con la segunda conquista de la ciudad de Rostov el 28 de julio, y desde este punto, la invasión se dividiría en dos puntas de lanza sin tener un freno, donde las máquinas hacían gloria de la Blitzkrieg, haciendo retroceder a las agotadas fuerzas soviéticas en los territorios de Bataysk, Martynovka, Kagalnik, Zodonsk, Salsk, Krasnodar, que en ocasiones encontraban con férreas resistencias soviéticas.

Pero eran neutralizados rápidamente por la 4 y 8 Flota aérea de la Luftwaffe. Pero antes de terminar el mes de julio, ya se comenzaba a sentir la falta de combustible, la separación entre la infantería y las unidades blindadas, y el caluroso clima, tal como lo describe un soldado alemán:

“Vencer la naturaleza, era mucho más difícil para las tropas a pie que imponerse al enemigo mismo…era exponer a las tropas a cruentos sufrimientos, a insolarse, padecer angustiosamente la sed, desplazarse kilómetros y kilómetros con la boca seca, llena de tierra; con los ojos, nariz, las manos, los equipos y las armas cubiertas de polvo…”

(Marini, 2006, p.161)

Y la falta de combustible hacía que las pausas de avancen sean más recurrentes, como lo sucedido con algunas unidades en Jegorlik:

“Durante los días 30 y 31 de julio, bajo un calor abrasador y sofocante de verano…la agrupación se vio precisada a detenerse por falta de combustible. La vanguardia se encontraba al sur de Jegorlik, el segundo grupo de marcha al noroeste de esta última localidad y el tercer grupo de marcha, asegurando el camino a Rostov desde el oeste de Jegorlikskaia…la economía de combustible exigía empeñar lo mínimo…estos días fueron en realidad relativamente tranquilo”

(Marini, 2006, p.161)

Pese a estos malos comienzos en las primeras semanas de la ofensiva, las conquistas continuaban, pero con desastrosos resultados. En la zona del Kuban se esperaba encontrar muchas refinerías con el preciado combustible para continuar la marcha, pero lo que obtuvieron fue una llamarada de combustible en la ciudad de Krasnodar y Maikop.

Además, para los meses siguientes, poco a poco se sentía el incremento de la defensa soviética, siendo el primer choque en dos pequeñas áreas localizadas al sureste de Novorossiysk (Forczyk, 2015), donde el teniente soviético V. G. Milovatski “rechazó 19 ataques y aniquiló a 800 soldados y oficiales del enemigo…”(Grechko, p.182.

Este se volvería un ejemplo cotidiano en los siguientes avances del Grupo de Ejércitos A en el territorio de Tuapse, en las frías montañas de la cordillera caucásica y en las inmediaciones del río Terek, siendo este último el punto de mayor extensión de penetración, y por consiguiente, el punto culminante de la ofensiva; Von Kleist, al conocer la inferioridad numérica en los primeros días de noviembre, al no contar con una eficiente poder aéreo y conociendo la situación del Grupo de Ejércitos B, quienes estaban en Stalingrado, ordenaría parar la ofensiva.

Imagen 3: Un soldado alemán se encuentra resguardando una franja de la orilla del río Terek, como punto defensivo luego de haber alcanzado el Punto Culminante de la Ofensiva (obtenido de: https://akgapi.orangelogic.com/CS.aspx?VP3=SearchResult&VBID=2UMESQJ01KWROQ&SMLS=1&RW=1366&RH=625&POPUPPN=29&POPUPIID=2UMEBMYANBXGF).

De manera más detallada, en todo el proceso de penetración en el Cáucaso, desde la ciudad de Rostov hasta la zona del Terek, se presentaron muchas adversidades que minaban progresivamente la capacidad combativa y potencial del Grupo de Ejércitos A.

El primero de ellos fue la falta del preciado combustible para las unidades blindadas y motorizadas; ya desde los primeros días de la invasión, en los alrededores de la ciudad de Salks, se comenzaba a sentir su disminución. Esta grave crisis aumentaría al no encontrar el preciado pozo petrolíferos de Grozny intacto; haciendo que las puntas de lanza se detengan constantemente, tal como le sucedía a las fuerzas mecanizadas de Von Kleist al sur de Pyatigorsk en las primeras semanas de agosto (Marini, p. 212). Y en el mes de noviembre, haciendo lo máximo posible para su reserva, pararían ante una inadecuada distribución del carburante y una poderosa ofensiva soviética.

Sumado a esto, la enérgica resistencia del Ejército Rojo aumentaba progresivamente. Los meses transcurridos se convertían simbólicamente en la boca del lobo. A diferencia de la facilidad de penetración en las defensas soviéticas por parte del Grupo de Ejércitos A en los primeros días, donde los generales soviéticos exclamaban que “era agobiadora la falta de municiones y combustible” (Grechko, p.74).

En las semanas siguientes ya se materializaba cierta férrea resistencia de envergadura, cuya influencia no debe pasar desapercibida por la la orden N° 227 emitida por Stalin a finales de julio:

“Seguir retrocediendo significa la perdición y la de la patria…Ni un paso atrás sino lo ordena el mando superior. Éste es el llamado de nuestra patria”

(Grechko, p.78)

y el desarrollo propagandístico por parte del Comité Central del Partido Comunista, quienes expresaban:

“Los canallas hitlerianos no verán el Cáucaso jamás. ¡Moriremos, pero no retrocederemos ni un solo paso!”

(Grechko, p.121)

y presionaban para construir numerosos puntos defensivos y conllevar ataques en la retaguardia de las vías de suministro, siendo las guerrillas que dieron numerosos ejemplos, como lo realizado por la agrupación guerrillera de Neftegorsk.

Y por último, aunque no menos importante, la situación geográfica y el mal tiempo dieron algunos estragos en el frente de batalla. Para el mes de agosto, las unidades mecanizadas advertían un cambio en el terreno, dificultando paulatinamente los movimientos rápidos y dejando aislados, en potencia de ataque, a las unidades de montaña que se ascendían en las escarpadas montañas caucásicas de más de 4.000 m.s.n.m. Allí, solo las mulas podían llevar los suministros. Los cambios meteorológicos también se hacían presente en ese mes, donde se daba:

 “comienzo a las lluvias y nevadas de invierno, abundantes en esa región boscosa, que transformaba el humus en un fango resbaloso…decaía la potencia de ataque y las tropas, carentes de reserva (necesitaban) de una mayor cantidad de tropas especialistas en montaña…”

(Marini, 2006, p.202)

Generando muchos tropiezos en el avance del 17 Ejército de Richard Ruoff en dirección al puerto de Tuapse y en el estancamiento de las divisiones de montaña en los puertos montañosos de la cordillera.

Finalmente, el 1 de enero de 1943, Adolfo Hitler dio la aprobación de iniciar el repliegue hacia puntos estratégicos para aguantar las embestidas del Ejército Rojo, pero no contaban con que las contraofensivas serían por diversos puntos. Es así que el 1 Ejército Panzer, defendiéndose con lo que tenían a la mano, pudieron escapar del Cáucaso el 6 de febrero de 1943. Lo contrario ocurrió con el 17 Ejército, quienes fueron empleados como amortiguadores entre la zona de Tuapse y Crimea, hasta que el 9 de octubre de 1943, después de meses de agonía, entre esperanzas y melancolías, abandonarían el Cáucaso.

Dentro de todo el desarrollo de la campaña del Cáucaso, podemos encontrar que los factores que debilitaron gradualmente la potencia de ataque, llevando al punto culminante de la ofensiva, fueron:

  1. La ocupación del territorio, convirtiéndose en hostil.
  2. Las bajas de unidades militares y las enfermedades.
  3. La distancia entre la línea de batalla y las fuentes de abastecimiento y de refuerzos.
  4. Incapacidad industrial de los recursos necesarios para la guerra.
  5. Elevado ritmo de desgaste de los medios.
  6. Factores ambientales.

Conclusión

El punto culminante de la ofensiva, una frase compuesta por tres palabras con connotaciones estratégicas en el campo de los estudios bélicos, es entendida dentro de un contexto espacio-temporal donde el elemento principal es el poder ofensivo cuando llega a su límite de avance debido a la degradación paulatina de las fuerzas de ataque hasta el punto de alcanzar una detención total, siendo clasificados, en dependencia a su magnitud, en tres niveles conceptuales: nivel estratégico y estratégico militar, nivel operacional y nivel táctico.

Es en este momento donde se puede apreciar, claramente, los factores degradantes que determinan su aparición, cuya erosión va desde la ocupación del territorio hostil hasta la perdida de la iniciativa; factores que difieren en situaciones de accionar, pero que son englobados dentro de la logística operativa de la guerra.

De esta manera, en las diversas campañas de guerra acontecidas en la Historia Militar, se pueden detectar los Puntos culminantes de la ofensiva siguiendo los factores que merman el avance de ataque. Es así que, en los ejemplos citados, tanto en el nivel estratégico y estratégico militar, como la ofensiva del Grupo de Ejércitos Sur en la Operación Barbarroja en 1941 y en el nivel operacional, como el ataque del Grupo de Ejércitos A en la invasión al Cáucaso en 1942, los factores degradantes conllevaron a un cambio en el ritmo del avance hasta condenarlos al fracaso de la toma de los objetivos principales.

Estos, a simple vista, pueden pasar desapercibidos en pleno campo de batalla, pero en un análisis posterior se advierte que el Punto Culminante de la Ofensiva esta presente en todos los contextos de los diseños del desarrollo operacional.


Referencias

  • Arancibia, R. (2017). Metodología para la aplicación del diseño operacional. Revista de Marina. 957, 48-53.
  • Barrales, J. (2013). Punto culminante y estado final deseado. Visión conjunta. 5(9), 19-29.
  • Barrales, J. (2013). Punto culminante y estado final deseado. Boletín del Centro Naval. 835, 93-98.
  • Campbell, D. (2014). Combat. German infantryman versus soviet rifleman. Osprey Publishing Ltd.
  • Grechko, A. (s/f). La batalla del Cáucaso. Editorial de Ciencias Sociales.
  • Kenny A., Locatelli, O., Zarza, L. (2017). Arte y diseño operacional, una forma de pensar opciones militares. Editorial Visión Conjunta.
  • Kirchubel, R. (2007). Operación Barbarroja I, la invasión de Rusia. Osprey publishing Ltd.
  • Marini, A. (2006). Del Cáucaso a Leningrado. Ediciones Niseos.
  • Rodríguez, M. (1906). Diccionario completo de la lengua española. Saturno Calleja, editor.
  • Shaw, J. (1995). La segunda guerra Mundial, el Ejército Rojo I. Ediciones Folio, S.A.
  • Tolmos Mantilla, Y. (2015). Clausewitz, concepto, historia y realidad. Escuela Conjunta de las Fuerzas Armadas.
  • Valbuena, M. (1822). Diccionario universal español-latino. Madrid en la imprenta nacional.
  • Von Clausewitz, C. (1977). De la Guerra. Oficina de Información y educación del Ejército. 

  

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Bachiller de la escuela profesional de Arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y divulgador de la página “Biblioteca de la Segunda Guerra Mundial”.

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